A la sombra de su padre

La tragedia ha marcado la vida familiar de Ariel Sharon, como si de una maldición bíblica se tratase. Vio morir en 1967 a su hijo primogénito, disparado involuntariamente por un amigo, y hace tres años un cáncer fulminante acababa con la vida de su eterna compañera, Lili, poco después de que fuera pasto de las llamas la mayor parte de las 600 hectáreas de su mado Shikmim, el rancho familiar que posee en pleno desierto del Neguev. Desde 1999 otra desgracia ha caído sobre la familia de los Sharon. No es otra que las investigaciones de los sabuesos de la prensa israelí, que rastrean desde esa fecha los turbios negocios financieros de sus dos únicos hijos, en los que puede adivinarse de fondo la velada presencia del actual primer ministro. En estos años, las pesquisas periodistas han destapado suficientes indicios de nepotismo, corrupción y fraude electoral relacionados con los Sharon, como para que la Unidad Antifraude de la policía abriera hace unos meses una tenaz investigación. Onri, el mayor de los hijos de Sharon, fue el primer objetivo de los periodistas al revelar su implicación en el oscuro negocio de la construcción del Casino de Jericó, levantado en tierras palestinas al ser ilegal el juego en Israel por imperativo religioso. Actualmente, Omri es diputado por el partido presidido por su padre, el Likud, y goza de inmunidad parlamentaría. Los investigadores tratan de aclarar el llamado Caso de la Isla Griega y el Caso del préstamo surafricano, iniciados ambos en 1999 cuando Ariel Sharon era un ambicioso ministro de Exteriores. La financiación ilegal de su campaña, en las elecciones internas y un préstamo de dudosa procedencia para devolver por esa financiación ilícita, es un enredado nudo gordiano en el que parecen estar envueltos varios bancos internacionales y hasta la empresa Casinos de Austria. Parece evidente la obsesión de Sharon por financiar su carrera política.