Diario de León
Publicado por
A. PAPELL
León

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TODOS temíamos que la noticia trágica se produjera, antes o después. La guerra de baja intensidad que está teniendo lugar en Irak, y en la que España participa con más de mil militares efectivos reconocidos y -ahora acaba de verse- algunos otros más del servicio de espionaje podía resultarnos gravemente onerosa. Los periodistas que han relatado la tragedia informaron también de que la muchedumbre que se agrupó junto a los cuerpos sin vida de los españoles daba gritos exaltados a favor de Sadam y algunos incluso pisotearon los cadáveres . Todo esto, la muerte de 300 soldados norteamericanos desde principios de mayo, cuando Bush declaró solemnemente desde la cubierta de un portaaviones que los aliados habían ganado la guerra, la muerte de decenas de soldados británicos, de buen número de italianos y, ahora, de agentes españoles constituye un tributo absurdo a la obstinación de la primera potencia de la tierra, herida por los luctuosos hechos del 11-S, que ha arrastrado a sus selectos aliados a un conflicto mal planteado y peor gestionado. Ya es manifiesto que las tropas desplegadas en Irak son insuficientes para ganar la paz, aunque no lo fueron para ganar la guerra convencional. Y por esta vía, además de la sangría sólo se logrará que la hostilidad de los iraquíes crezca y que los resistentes sean cada vez más. La sangre derramada debería provocar un shock en quienes toman las decisiones, que los llevara a la única conclusión posible. Llegados a este punto, con la guerrilla hostigando con éxito a los invasores y Sadam emboscado dirigiendo las operaciones, sólo existe una solución posible: transferir a la ONU la gestión del problema, invocar a toda la comunidad internacional para que aporte medios militares a la pacificación y precipitar el desenlace de esta pesadilla que, además de matar a nuestros compatriotas, está también alejándonos de Europa y gangrenando las relaciones políticas en nuestro propio país.

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