Diario de León

| Análisis | La tierra del adobe |

Las peores sacudidas Estaba escrito

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Manu Leguineche - madrid
León

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Casi 3,5 millones de terremotos se registran anualmente en el mundo. Mil tienen una magnitud superior a los 5 grados en la escala de Richter. El terremoto más trágico del que se tiene noticia en la historia de la Humanidad fue el ocurrido el año 1201 en Oriente Próximo y la zona del Mediterráneo con más de un millón de muertos. Algunos de los terremotos más graves del siglo XX son: - 4 abril de 1905. Kangra, (India): 357.000 muertos. - 17 abril de 1906. San Francisco (EE.?UU.): 700 muertos. El terremoto provocó un incendio que devastó la ciudad. - 1908. Sicilia (Italia): 80.000 muertos. - 16 diciembre de 1920. Han-Su (China): 180.000 muertos. - 1 septiembre de 1923. Llanura de Kuwanto (Japón): 140.000 muertos. - 22 mayo de 1927. Nan-Shan (China): 200.000 muertos. -23 diciembre de 1972. Managua (Nicaragua): 20.000 muertos. - 28 julio de 1976. Tientsin (China): 240.00 muertos. - Agosto de 1976. Cotabato (Filipinas): 8.000 muertos por un maremoto. - 19 septiembre de 1985. México D.F.: 35.000 muertos. - 7 diciembre de 1988 . Armenia (desaparecieron las ciudades de Spitak, Kirovakán y Leninakán): 25.000 muertos oficialmente. -17 agosto de 1999 . Noroeste de Turquía, incluido Estambul: 35.000 muertos. Son siglos y siglos de sufrir terremotos y calamidades. El Matkub de los árabes, aunque los persas no son árabes: estaba escrito. El Irán pobre del sur, que no levanta cabeza, acepta con resignación las dolorosas pruebas que Dios le envía. ¿Cómo luchar contra el desastre? Podían haberse utilizado los recursos del petróleo para reforzar las estructuras de adobe, prever los seísmos, crear grupos de protección civil, adoctrinar a los habitantes en la cultura del cataclismo... Eso hubiera podido salvar vidas. Nada se ha hecho. Para qué, si a un terremoto sucederá otro y estamos en las manos de Dios. Aquí no se hace nada por domeñar los zarpazos de la naturaleza: antes, hay que comer. Pareciera que sólo queda una opción: alzar la vista al cielo y rezar. Estas son tierras, las aldeas de adobe, de las que el cineasta Kirostani extrae sus argumentos. La indolencia, el fatalismo chiíta, el sentido del martirio. Y eso que la provincia de Bam se había convertido en los últimos años en un foco de desarrollo con modernas técnicas de cultivo y la llegada de los turistas atraídos por la luz y la arquitectura del adobe. Y espantados a veces por los bandidos de la zona, que han secuestrado a unos cuantos visitantes. La antigua Persia es, según los folletos de propaganda, tierra de hermosos jardines, de pinturas en miniatura y de fabulosas alfombras orientales, de ciudades como Shiraz, Isfahan, Tabriz, de contadores de historias como Haiji Baba, de épicos poetas como Ferdusi o de cantores del hedonismo como Omar Khayam. Es también la cuna de Darío el Grande, que construyó la primera autopista, el camino real entre Susa y Sardis, y los magníficos palacios de Persépolis, el escenario elegido por el megalómano Sha Pahlevi para su coronación como emperador. Y de la revolución de Jomeini. El ayatolá que nació en el sur, cuyos habitantes tienen fama de taciturnos, cambió esos excesos por otros y bañó en sangre el trono del pavo real. Una sociedad arcaica flotaba sobre un mar de petróleo. Hay una imagen de las mil y una noches, pero hay otra más prosaica, más languideciente y abandonada por los gobernantes. El terremoto es la metáfora del Irán convulso y catastrófico. Para llegar a Bam, el epicentro del terremoto, se cruza el desierto de Kavir por donde discurría la antigua Ruta de la Seda, que recorrió Marco Polo camino de China. En el escuálido santuario de Yadz hemos visto brillar, protegido por una vitrina, el fuego sagrado, símbolo de la divina sabiduría, de los zoroastrianos. Es la Persia anterior al Islam. La religión y la familia siguen siendo las bases fundamentales de la vida en los poblados iraníes. Dependen de un agua que no llega. Se pasan años y años sin que llueva ni una gota.

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