Diario de León
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El mensaje político que transmitió la emisora de Belgrado, Radio S, el pasado 3 de diciembre sorprendió a los serbios, alegró a los militantes del humillado partido Socialista Serbio (SPS) y desconcertó a las máximas autoridades del Tribunal Internacional de La Haya. Después de un silencio de más de dos años, Slobodan Milosevic reapareció en las ondas serbias para anunciar su regreso a la política y pedir el voto de sus compatriotas, que ayer acudieron a las urnas para elegir los nuevos miembros del Parlamento. «Serbia necesita un millón de nuevos puestos de trabajo, escuelas, carreteras, hospitales y una rápida mejoría de las condiciones de vida», dijo el ex presidente del país en su último y breve mensaje donde pedía rescatar al país de una «triste realidad». «Por eso, quiero decir nuevamente que todos nosotros juntos tenemos la obligación de luchar por la victoria», añadió el ex dictador. Después de perder tres guerras sucesivas y una crucial batalla electoral que le costó el poder y la libertad, Slobodan Milosevic decidió, desde la soledad de su celda en Holanda, iniciar una nueva y titánica lucha política, esta vez, para intentar recuperar el poder que perdió en septiembre de 2000 y, quizás, la libertad. Milosevic, gracias a la ley electoral de su país que permite a un reo ser candidato si no ha sido encontrado culpable de un crimen, encabeza la lista de candidatos de su partido y, si los números de las encuestas no mienten, tiene una gran posibilidad de ser elegido. El último bastión Serbia quiere seguir siendo el último bastión de los ultranacionalistas que tanto daño y sufrimiento causaron al país balcánico en la última década del siglo pasado. ¿Cómo extrañarse, cuando tres años después de la inolvidable revuelta popular que expulsó del poder a Milosevic, solo un 20 por ciento de los serbios, creen que el país esta siendo conducido en la dirección correcta? Después de tres años de democracia, el paro afecta a un 35 por ciento de la población activa, varias decenas de miles de serbios que perdieron sus hogares en Croacia y Kosovo, aún no tiene un hogar, la deuda externa es mayor que el Producto Interior Bruto, la producción industrial sigue descendiendo, el país sigue creyendo que Occidente lo desprecia y los serbios han fracasado en tres ocasiones de elegir a un nuevo presidente. Un caldo de cultivo excelente para Tomislav Nikolic, el hombre que cogió las riendas del SRS, mientras su jefe, Vojislav Seselj, prepara su defensa en La Haya. Toma Graber (Tomas, el sepulturero), como es conocido el ex empresario de una funeraria, recorrió el país con un discurso donde denunció a los periodistas serviles que intentan «destruir» a su partido y declaró una guerra particular a la Otan, a La Haya y a los «sirvientes de Occidente» del actual Gobierno. Para enfilar a Serbia en la dirección correcta, Tomas, el sepulturero prometió cortar las relaciones con Croacia, reconquistar Kosovo, revisar las privatizaciones «ilegales» que tuvieron lugar en los últimos tres años y poner fin a la locura de mantener una alianza con Occidente. Todo perdido El mensaje de Vojislav Kostunica, el héroe de hace tres años, es casi idéntico. Al igual que los fanáticos líderes del partido Radical, Kostunica, el hombre que derrotó en las urnas a Milosevic, ha hecho campaña denunciando a los líderes de Occidente y del llamado Grupo de países no alineados de haber «destruido» las instituciones y el Estado de Derecho en Serbia. ¿Regresan los brujos al poder en Serbia? Es posible, porque después de tres años de transición democrática, la DOS, el grupo político que logró la hazaña de derrotar a Milosevic, sucumbió a las intrigas y desavenencias y ahora se presenta a las elecciones convertido en doce pequeños partidos. Solo el partido Democrático (DS) del actual primer ministro Zoran Zivkovic y el G17 Plus, una organización de economistas liberales de derecha, tienen alguna posibilidad.

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