Diario de León

| Crónica | Treinta minutos en el infierno iraquí |

El beso que salvó al espía Sánchez

Un gesto de afecto de un notable iraquí al agente del CNI José Manuel Sánchez Riera le libró del ataque de una turba tras morir ametrallados sus siete compañeros en Irak

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«Treinta minutos... condensan la más dura y dolorosa historia, y la más heroica seguramente, vivida jamás por agentes de los servicios de inteligencia españoles. En treinta interminables minutos siete servidores del Estado de los que trabajaban en Irak perdieron la vida en un fanático atentado terrorista, al sureste de Bagdad, en un poblado de nombre Latifiya. Uno más se salvó. Casi milagrosamente». Así comienza el relato que la Revista Española de Defensa publicará sobre la muerte de los siete espías españoles en Irak. - Sábado 29 de noviembre. Bagdad. 14,30 hora local. 12,30 en España. Alberto, Carlos, José, José Carlos, Pepe, Alfonso, Luis Ignacio y José Manuel terminaron de almorzar antes, incluso, de lo previsto. No es que hubiera prisa, sino que en un oficio como el suyo, agentes de inteligencia, cualquier precaución es necesaria para evitar añadir riesgos(...) Tienen que ir hasta Diwaniya y Nayaf. Son apenas 200 kilómetros de distancia (...) se introducen en la denominada ruta Jackson (...) la otra (la autopista) está ya cortada (...). - Latifiya. 15,22,hora local. 13,22 en España . Un Cadillac blanco, al parecer con cinco ocupantes, se coloca detrás del segundo todoterreno (...) Y, de improvisto, comienza a disparar. (...) Todo se desarrolla muy deprisa (...). - Latifiya. 15,25 hora local. 13,25 en España. Apenas han transcurrido tres minutos desde que comenzó el atentado (...) Dos muertos y dos heridos muy graves. Uno con un disparo en la cabeza y otro en el estómago (...) Ellos son la prioridad (...). - Latifiya. 15.27, hora local. 13.27 en España. Se produce una pequeña tregua (...) Si no hubiera heridos en condiciones tan graves, seguramente los cuatro que siguen ilesos no habrían tenido grandes problemas para escapar con vida de aquella ratonera, pero deciden luchar por ellos hasta donde sea posible (...). - 44º21'27'' E, 32º58'07'' N. 15.32, hora local. 13.32 en España . Carlos vuelve a marcar en el Thuraya el teléfono de Madrid. El tiroteo que reciben es muy intenso. La impotencia de quien recibe la llamada, con el impacto de las detonaciones al final de cada palabra, se revela en su gesto crispado. «M... ¡Hay cuatro muertos... o tres! Te doy nuestras coordenadas...». Se ha cortado la comunicación sin que Carlos haya podido dar las coordenadas, leídas, entre tanta tensión, en el GPS. A tantos miles de kilómetros de distancia, la desesperación da paso a la desolación. No hay manera de ayudarlos (...). - Latifiya. 15.42, hora local, aproximadamente. Deciden que José Manuel cruce la carretera en busca de ayuda (...). El fanático atentado se ha convertido en un espectáculo para quienes transitan la carretera (...). Está solo. Escucha a su espalda las detonaciones. Su objetivo es conseguir como sea un coche con el que puedan salir del infierno los que queden con vida. Algunos de los que estaban observando el espectáculo se acercan a él. Lo rodean. Uno le arranca la medalla que lleva (...). Recibe muchos golpes, mientras otras manos intentan atarlo y meterlo en el maletero. Se da cuenta de que le quitan el arma, encasquillada, y observa cómo le apunta (...). Está a punto de rendirse. Y, de repente, de entre toda la muchedumbre, ve a un hombre que se acerca y que aproxima la cara a la suya... - Su protector. No hubo ni una sola palabra que acompañara el gesto. Sólo un beso. En la mejilla. Un gesto de protección, procedente de un hombre delgado, bien vestido, elegante (...). Es un notable (...). Cuando José Manuel está a punto de rendirse ante aquella turba, comprueba asombrado cómo un hombre distinguido le besa en la cara y todos los que están a su alrededor se calman. (...) El beso entre los árabes es un gesto muy apreciado que indica compañerismo, afinidad. (...) Las manos agresivas se tornan complacientes. José Manuel está protegido y quienes le agredían, ahora le empujan con respeto hacia los coches aparcados (...). - Media hora. Es el único superviviente. No lo sabe, pero se lo teme. Cuando mira el reloj, comprueba que, desde que comenzó el ataque, apenas han pasado 30 minutos.

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