OPINIÓN
Una amnistía para recomenzar
PAUL Bremer anunció ayer la liberación de más de quinientos ciudadanos iraquíes en lo que llamó un gesto para fomentar la reconciliación devolviendo a estos hombres, que no tienen las manos manchadas de sangre, a sus hogares con sus familias. Algunos medios describieron lo sucedido como una amnistía, lo que no es el caso pues esos hombres no habían sido juzgados ni estaban condenados sino sólo detenidos por razones de seguridad, situación en la que están unos nueve mil iraquíes que, si no son rápidamente procesados con el adecuado formato judicial pasarán a formar otro limbo jurídico, un Guantánamo local y mucho mayor. La excarcelación es juiciosa y traduce la pertinencia de la pregunta de por qué habían sido detenidos y cuestionan indirectamente la política de pescar cualquier cosa en cualquier red, hiriendo política y moralmente de paso a mucha gente, que siguió a las torpes decisiones de primera hora, como abolir por decreto el ejército y considerar a todo ciudadano con carnet de baasista como una especie de terrorista in pectore . Se atenuaron los errores, se reintegra poco a poco a los militares hasta el rango de coronel, se fomenta la cooperación local en todos los órdenes y, en fin, se anuncia el próximo nombramiento de un general de cuatro estrellas (máxima graduación: los cinco estrellas son una excepción reservada para los líderes militares históricos) como jefe militar sobre el terreno y la cuadruplicación de los fondos destinados a la reconstrucción vinculada a la devolución de la autoridad a iraquíes. No es calumniar a nadie sugerir que este calendario tiene algo que ver con el calendario del candidato Bush, quien necesita imperativamente presentarse al fin del verano con la crisis iraquí bien encarrilada hacia un éxito sobre todo cuando su potencial adversario demócrata, el gobernador Howard Dean, no ha vacilado en dar la batalla al presidente sobre el terreno de Irak. El aspirante tiene un mérito indudable al respecto: se opuso a la guerra desde el principio. Bremer, pues, empieza el año con un programa de normalización cuyo éxito depende de la capacidad militar y/o terrorista de la resistencia. Como en Vietnam, la Casa Blanca sabe que llegado el momento todo dependerá del número de féretros.