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«Hay 1.900 nuevos huérfanos que viven ahora con sus vecinos»

Publicado por
Xurxo Fernández - redacción
León

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Cristina Estrada llegó a Irán con el año nuevo. El día 1 bajó de un avión en el aeropuerto de Kherman (ciudad próxima a Bam) que hacía las veces de hospital temporal. Es la delegada de comunicación de la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja y su misión en la zona de la catástrofe es «dar cuenta del trabajo que se está haciendo. Poner el toque humano a la tragedia». Ayer narraba al Diario de León su experiencia. Hasta hace poco su campo base estaba en Perú y desde allí saltaba entre los países más pobres de América para visitar zonas asoladas por las catástrofes. Su experiencia en escenas de crisis es amplia, sobre todo en lo referente a huracanes (habituales en el Caribe). Sin embargo, es la primera vez que se enfrenta a las secuelas de un terremoto: «Esto es mucho peor. Sobre todo, desde el punto de vista psicológico. Cuando viene un huracán se sabe algún tiempo antes y la gente puede prepararse, en mayor o menor medida. Pero en Bam todo fue de repente, cogió a la gente por sorpresa». Cuando el autobús la dejó en Bam, el paisaje distaba mucho del de una ciudad: «Desde 15 kilómetros antes, ya se veían las enormes tiendas de campaña. Dentro del casco urbano había muy pocos edificios en pie. En su lugar, quedaban grandes montañas de arena». La búsqueda continúa Pero más allá de las emblematicas construcciones venidas abajo, lo realmente impactante para Estrada era la gente. «En treinta segundos habían cambiado sus vidas. Lo habían perdido todo». Cuando ella llegó a la zona ya pasaban unos cuantos días desde el terremoto, pero varios miles de personas con-tinuaban bajo los escombros: «Era increíble ver algunas personas paradas ante lo que antes habían sido sus casas, buscando a sus familiares de modo casi enfermizo. Muchos aún siguen en esa situación». Entre el drama general, la delegada de Cruz Roja asistió a algunos casos particulares, realmente extremos: «Ayer (por el jueves) estuvimos visitando a un niño pequeño al que su tío había rescatado de entre las piedras. Él se salvó, pero sus padres y sus dos hermanas murieron sepultados». En casos como el de Bam, los niños son, precisamente, en los que primero se centran las atenciones. Los de la ciudad iraní siguen padciendo las réplicas del gran seísmo (en torno a 80 desde el día de la catástrofe): «Los críos se ponen a llorar con cada nuevo temblor», relata la cooperante española. Preocupan especialmente los cerca de 1.900 nuevos huérfanos. «Ya no tienen referentes. Viven con sus vecinos o en tiendas de acogida nuestras. Crearemos centros permanentes para que salgan adelante», explica Estrada. La hospitalidad es el rasgosmás llamativos de la gente de Bam para Cristina: «Lo dan todo, y eso que se han quedado sin nada».