Diario de León

Israelíes y palestinos rompen el hielo en la Antártida

Una expedición integrada por cuatro palestinos y cuatro israelíes, corona un pico virgen de la Antártida que bautizaron como la «Montaña de la Amistad israelí-palestina»

Banderas palestinas e israelíes juntas y camaradería en la cima del monte de la Amistad

Banderas palestinas e israelíes juntas y camaradería en la cima del monte de la Amistad

Publicado por
Cristina Tristán - corresponsal | jerusalén
León

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Esta es la historia de una metáfora. En ella hay odios que se descongelan, hojas de rutas que se cumplen y cumbres que coronar unidos, sin desconfianzas, rencores o violencia. Y tiene, sobre todo, un final feliz en la que no hay políticos obcecados en chocarse contra el muro de la intolerancia. Es la cara opuesta de la realidad que viven a diario israelíes y palestinos en sus hogares de Oriente Próximo, a más de 13.000 kilómetros del escenario buscado para la hazaña, que no es otro que la Antártica, donde el hielo sin saberlo puede derretir las reticencias más tribales. Sus protagonistas son ocho israelíes y palestinos, seis hombres y dos mujeres, que decidían organizar una expedición, Rompiendo el hielo , con el objetivo de alcanzar juntos y hermanados la cima de una montaña y demostrar que, a la hora de la verdad, no hay conflicto que merezca distanciar a los seres humanos y derramar tanta sangre. La aventura comenzó el pasado 1 de enero en la localidad chilena de Puerto Williams, y terminó el día 17 en la recién bautizada «Montaña de la amistad israelí-palestina», una cima virgen de más de mil metros de altitud situada cerca de la planicie de Brune. Atrás quedaban, además de las diferencias política o religiosas, el cabo de Hornos, el paso de Drake, uno de los mares más peligrosos e impredecibles del mundo y la isla Decepción, donde emprendieron un viaje de 500 kilómetros hasta llegar a Cristal Sound, donde iniciaron la escalada envueltos por la nieve y un gélido y azotante viento que obligó a cambiar la hoja de ruta en varias ocasiones. Otra lección para los políticos. «Nuestros pueblos merecen vivir en paz». Tras cuatro horas y media de durísima subida, la expedición tocó cumbre y cada uno lo celebró a su manera: los palestinos arrodillándose a rezar mirando a la Meca, y los israelíes descorchando champán. Después, todos clavaron en la nieve la bandera israelí y palestina, una al lado de la otra, como ya querría esa teoría de los dos estados, viviendo en paz y armonía uno junto al otro, que preconiza el último plan internacional de paz. Un momento que quedó inmortalizado en una emotiva foto que pasará a la historia. «Nos unimos para rechazar el uso de la violencia en la solución de nuestros problemas, y desde aquí declaramos que nuestros pueblos pueden y merecen vivir en paz y amistad», rezaba el comunicado que leyeron abrazados en la misma cima del macizo. «A pesar de las diferencias profundas que existen entre nosotros, hemos demostrado que podemos continuar un diálogo sincero y significativo, que podemos cooperar los unos con los otros con respeto y confianza mutuos», leyó el israelí Shekel Nathaniel, gestor de la aventura. «Los israelíes y los palestinos han hecho algo juntos. Ello requirió la clase de cooperación y compromiso que raramente se encuentra entre nosotros. Estoy contento», exclamaba el jefe de la expedición el también israelí, Doron Erel, escalador profesional, ex integrante del ejército e hijo de una pareja que logró sobrevivir al infierno de Auschwitz. El periodista palestino, Ziad Darwish, uno de los cuatro palestinos expedicionarios, y familiar del poeta Mahmoud Darwish que escribió la carta de Independencia palestina, no ocultaba su emoción: «Este es un momento hermoso, vernos a palestinos e israelíes haciendo algo bueno juntos». Rompiendo el hielo contó con el apoyo de la ONU, el Vaticano, el Dalai Lama, Yacer Arafat, Simon Perez y numerosas organizaciones pacifistas internacionales y su peripecia fue filmada diariamente y transmitida por Internet. Ahora sólo queda que se escuche su grito de «escalar juntos la montaña de la paz». Quizás, Sharon, Arafat y Bush, deberían embarcarse rumbo a la Antártida.

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