| Crónica | Cirugía en política |
Un líder plastificado
Silvio Berlusconi reaparece en una macrofiesta de su partido después de someterse a una operación de cirugía estética
Cincuenta mil italianos -y bastantes más, en su casa o en la vinería- se disponen a celebrar hoy el Año 10 de la Era Berlusconi. Se conmemora, con una macrofiesta en el Eur, el aniversario de la fundación del partido-empresa Forza Italia, obra del primer ministro más presumido de Europa, de nombre Silvio, desaparecido del mapa durante varias semanas por motivos, hasta hace bien poco, desconocidos: ¿cura de adelgazamiento?, ¿operación de cirugía estética?, ¿otra vez la próstata? L'Espresso, que no perdona, desveló el misterio, alimentado desde su retiro de Porto Rotondo por el propio premier: varios cirujanos llegaron a una clínica de Lugano (Suiza) desde California para someter a Berlusconi a un retoque en el cuello y en los ojos. Un diputado de su partido, para regocijo general, dijo del aniversario de marras: «Después de esta manifestación, será imposible repetir que somos un partido de plástico». Antes de que los militantes berlusconianos puedan ver de cerca a su líder, los paparazzi descubrieron el secreto de la eterna juventud del Cavaliere (68 años), de compras en la Via dei Giubonari. El destinatario del regalo no era otro que José María Aznar, de visita de despedida en Roma, que se llevó a su mujer, hijos y yerno a cenar, invitado, al Palazzo Grazioli. Todos contemplaron la capa de nocilla que disimulaba los efectos del quirófano en el rostro de Silvio Berlusconi, listo para ilustrar los carteles electorales de las próximas elecciones administrativas y europeas. ¡Forza Bisturí!. Berlusconi regresó ayer a la vida política, tras un mes en segundo plano para hacerse la cirugía estética en la cara, con un duro ataque a la oposición a la que acuso de «mentir como Goebbels». En su primera comparecencia pública, desde su balance anual del pasado 23 de diciembre, Berlusconi fue un verdadero ciclón que no dejó títere con cabeza, empezando por su verdadero rival político, el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi. Le achacó no ajustarse a la realidad, por culpar a su Gobierno de no haber vigilado lo suficiente y haber permitido la subida de precios impulsada por la puesta en circulación del euro, del que volvió a decir que es inflacionista en sí mismo. Luego hizo extensiva esa acusación de «mentir» a toda la oposición, por «manipular a niños de 5 y 6 años y colocarles en la mano carteles, no escritos precisamente por ellos».