¿Qué está pasando?

EL FIN de semana en Irak ha sido un río de sangre, el peor desde la invasión de marzo. El número de víctimas sobrepasa el centenar, incluyendo cinco soldados norteamericanos. El doble ataque contra las sedes de los dos grandes partidos kurdos, socios militares y políticos de los Estados Unidos (la Unión Patriótica y el Partido Democrático, que corresponden al liderazgo de los dos grandes clanes, los Talabani y los Barzani) es un salto cualitativo con cualquiera de las dos autorías presumibles: a) De los restos del régimen de Sadam; b) De kamikazes de la secta Ansar al-Islam, militantes o simpatizantes del Islam. En la primera versión se estaría ante un hecho de la histórica animadversión entre los iraquíes unitaristas, es decir hostiles a todo ensayo de secesión del Kurdistán, un contexto en el que se inscribió la práctica política del depuesto régimen que, hasta 1991, se opuso con cierto éxito militar a la crónica efervescencia nacionalista. En la segunda, se trataría de una venganza inter-kurda y no sería la primera. Ansar al-Islam es un pequeño grupo endogámico, kurdo-sunní-wahabbí (integrista) que ha vivido siempre en un par de valles al sureste del Kurdistán iraquí, muy cerca de Irán. Durante los trece años del protectorado de facto de que ha gozado el Kurdistán bajo la protección de la fuerza aérea anglo-americana al norte de la llamada zona de exclusión, las aldeas remotas del grupo pasaron inadvertidas: los kurdos oficiales se limitaron a vigilarlos de lejos y Sadam, obviamente, nada podía allí. Pero en los primeros días de la guerra la aviación americana machacó las áreas de los Ansar y abrió la puerta a la entrada de la infantería kurda con el resultado de la dispersión completa del grupo y unos 150 muertos. ¿Sorprendería que los suicidas del domingo fueran supervivientes de la masacre de entonces o familiares de los muertos? Si es así hay, a su vez, dos variables: a) Han operado por cuenta de al-Qaida. b) Lo han hecho por su cuenta, lo que sería un episodio de guerra civil inter-kurda a la desesperada. Apenas hay dudas de que a Washington y a la Coalición le conviene apoyar la primera variable, pero nada prueba que sea más creíble que la segunda.