Café a las 4 y té a las 5 en Basora

El príncipe Carlos, hijo de Isabel II y heredero del trono, realizó ayer una visita sorpresa a las tropas británicas asentadas en Basora, al sur de Irak, durante la cuál aprovechó para pasear por un viejo palacio de Sadam, compartir el tradicional café árabe con las autoridades locales y tomar té con las tropas británicas. Procedente de Kuwait, el príncipe de Gales llegó a Basora en un Hercules C130 y posteriormente fue trasladado en un helicóptero militar Chinook hasta el palacio de Al Sarraji, base de las tropas del Reino Unido. Bajo un halo de secretismo, el príncipe Carlos estuvo seis horas en el corazón de la violenta ciudad porteña, cuartel general de la mitad de los cerca de 9.000 soldados británicos desplegados en el sur de Irak. Carlos es el primer miembro de la familia real británica que visita Irak y lo hizo para insuflar ánimos a una tropa decaída por los constantes ataques de la resistencia. Durante su estancia, Carlos visitó a las tropas del Regimiento Real de Gales y el Regimiento de Paracaidistas, de los que es comandante en jefe. Dos atuendos, un objetivo Vestido con un traje marrón claro y una corbata azul marino, Carlos compartió a la hora de la sobremesa el fuerte café árabe mientras se mezclaba con prominentes ciudadanos de Basora en el viejo palacio Al Faw, una de las suntuosas residencias de Sadam ahora sede de las tropas británicas y de los responsables de la coalición. Después, se embutió un impecable uniforme de camuflaje, como jefe del Real Regimiento de Gales, para reunirse con las tropas y tomat con ellas el tradicional té británico. Además, el príncipe de Gales, defensor del diálogo entre religiones, se entrevistó con representantes de la comunidad local, con miembros del clero chií, el gobernador de Basora, un destacado líder tribal y varias mujeres. Un portavoz de Carlos de Inglaterra dijo: «Normalmente no llevamos al príncipe a lugares tan peligrosos, pero las tropas necesitaban ánimo».