Crece el caos en Haití con un Aristide sin aliados y cercado por sus enemigos
Los disparos y las barricadas aumentan en Puerto Príncipe al tiempo que sus habitantes se preparan para el asalto de los rebeldes que anuncian una inminente llegada, aunque eso lo llevan diciendo desde hace tres días. Lo que sí es cierto es que el presidente Jean Bertrand Aristide ha sido abandonado por sus aliados: París y Washington exigen su renuncia y la formación de un «Gobierno de unión nacional». La capital de Haití, con 2,5 millones de habitantes, está surcada por barricadas de coches quemados, camiones, neumáticos y cualquier objeto susceptible de impedir la circulación. Ante el caos reinante, los saqueos se han multiplicado. Ayer, tres personas más murieron en barrios periféricos subiendo el saldo de las víctimas mortales producidas, desde que el pasado 5 de febrero estalló la revuelta, a cerca de 80. La seguridad de la primera ciudad de la nación, de ocho millones de habitantes, está en manos de parte de los 4.000 policías que permanecen fieles al gobernante y grupos de simpatizantes civiles armados, los chimires , que han atemorizado a la población. Éstos se proponen defender al presidente a toda costa al grito de «Si Aristide se va, corten sus cabezas y quemen sus viviendas», versión de la consigna de guerra de JeanJacques Dessalines, el general haitiano que derrotó al Ejército de Napoleón hace dos siglos, en 1804, y contribuyó a que Haití se convirtiera en la primera república independiente de América Latina. Ciudad por ciudad Por su parte, los rebeldes controlan la mitad norte del país. Su método de operación es ir tomando ciudad por ciudad, hacer que huyan los policías y quedarse con las armas. Hasta ahora lo están consiguiendo. Tienen en su poder las ciudades más importantes de la nación más pobre de América Latina, al menos mil de los 5.000 policías han desertado y ya están a las puertas de Puerto Príncipe. Ayer entraron en Mirabelais, de 140.000 habitantes, a 57 kilómetros al norte de la capital. En la ciudad portuaria de San Marcos, a 90 kilómetros de la capital, según televisión, sus habitantes se apresuran a construir precarias embarcaciones para lanzarse al mar antes del ataque.