Diario de León
Publicado por
JAVIER FERNÁNDEZ ARRIBAS
León

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HAN MATADO a Ricardo Ortega. Un periodista español que cumplía con su obligación pero se encontró en el lugar equivocado en el momento menos oportuno. Las calles de Puerto Príncipe son una ratonera si unos cuantos asesinos se empeñan en sembrar indiscriminadamente la muerte y el terror. Les da igual a quien se lleven por delante. En esta ocasión, entre las víctimas mortales se encuentra un experimentado profesional del periodismo que estaba haciendo su trabajo, lo que más le gustaba. Ortega no quería quedarse en la redacción de la tele. Después de muchos años de corresponsal en Moscú y Nueva York, nada menos, y de cubrir sobre el terreno los más importantes conflictos armados de los últimos años, no entraba en sus cálculos eso de atarse a una mesa de redacción-edición para trabajar las imágenes y las crónicas que hacían otros dónde le gustaría estar a él. No es nada fácil cambiar la tensión diaria de una crónica que lleva una carga profesional trascendente y con enjundia por un horario con la tarjeta de fichar en el bolsillo y una necesidad de cumplir el expediente para no ser candidato al próximo ERE. Nada puede compararse a asumir el vértigo de contar lo que pasa, desde el lugar donde ocurren los acontecimientos y con la intensidad que requiere la situación y la realidad aunque siempre haya mediocres y advenedizos que interpreten torticeramente esas crónicas, según interese a sus conspiraciones. La lista de la Tribu , como bautizó Manu Leguineche a los periodistas que se dedican a ir a las guerras para contarlas lo mejor posible, se ha multiplicado por dos en los últimos años. En 1991 había 25 periodistas españoles en Bagdad cuando estalló la Tormenta del desierto. Hace un año, había más de 50 profesionales de medios de comunicación españoles en la capital iraquí contando la guerra, día a día. Ninguno tiene madera de héroe, hace un trabajo que le gusta, asume los riesgos y espera poder disponer de los medios imprescindibles para realizarlo sin que los burócratas se entrometan en algo que no son capaces de entender.La realidad es que siempre hay un español en cualquier lugar del mundo haciendo su trabajo y siendo testigo-protagonista de esa realidad. Sin embargo, hay que asumir el precio que se paga, aunque sea tan desproporcionadamente alto como la vida. Ayer, la de Ortega.

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