Diario de León

| Crónica | Fin a dos años de cautiverio |

Libres e inocentes

Londres dejó ayer en libertad sin cargos a todos los británicos que permanecieron arrestados en Guantánamo. Sus historias se han convertido ya en un negocio mediático

Un «bobby» pasa frente a la casa de uno de los presos

Un «bobby» pasa frente a la casa de uno de los presos

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Manuel Allende - corresponsal | londres
León

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A pesar de ser clasificados por el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, como «lo peor de lo peor», las autoridades británicas han tardado menos de 24 horas en poner en libertad a los cinco detenidos británicos de Guantánamo, Tarek Dergoul, Asif Iqbal, Shafi q Rasul, Ruhal Ahmed y Jamal al-Harith. Si el Gobierno estadounidense puede quedar en entredicho por haber detenido durante dos años a estos hombres - según la justicia británica inocentes de todo cargo-, tampoco parece que el Gobierno de Tony Blair vaya a salir bien parado. El motivo: la tardanza en exigir a Washington su repatriación. En el caso de Al-Harith, nacido con el nombre de Ronald Fiddler, las autoridades británicas no tardaron nada en ponerle en libertad, ya que fue casi inmediata desde el momento en el que puso un pie en Inglaterra. Respecto a los otros cuatro detenidos, apenas bastaron ocho horas de interrogatorio a cargo de agentes de la unidad antiterrorista y cierta flexibilidad por parte del fiscal general, para concluir que no había ni siquiera motivos para que comparecieran ante un juez. Es más, la policía británica no ha utilizado sus poderes para poner en libertad condicional a los detenidos, los ha dejado en libertad indicando que no habrá futuros interrogatorios, cuando sólo hace unas semanas, el ministro del Interior, David Blunkett, prometía a Washington que los detenidos serían exhaustivamente investigados y acusados por un alto tribunal. Ante esta extraña agilidad para poner en libertad a los detenidos, los grupos pro derechos humanos han levantado la voz de protesta para acusar a Washington de cometer crímenes por mantener en Guantánamo a detenidos sin previo juicio y supuestamente inocentes. Pero lo que más preocupa a los británicos es la vivencia de estos ex prisioneros de buzo naranja y cómo cinco ciudadanos británicos terminaron siendo detenidos en Afganistán por las tropas estadounidenses y encarcelados en Cuba. Negocio mediático Lo cierto es que el asunto empieza a cautivar la imaginación de muchos y, especialmente, a los que ven en ello un posible negocio. El gurú británico de las relaciones públicas, Max Clifford, ya se ha puesto en contacto con los detenidos para representarles ante los medios y rentabilizar sus apariciones. El caso que ha alcanzado mayor notoriedad es el de Jamal Al-Harith, de 37 años, el primero de los detenidos puesto en libertad. Jamal o Ronald para su familia, nació en Manchester, en el seno de una familia jamaicana. A los veinte años se convirtió al Islam y cambió su nombre por Jamal. «Se convirtió en una persona plácida», recuerda su hermana, «para quien lo único importante era Alá e ir a orar a la mezquita». Se fue a estudiar árabe a la Universidad de Jartum durante cuatro años, y regresó tras ello al Reino Unido para iniciar un negocio de diseño de páginas web. Se casó y tuvo tres hijos, aunque su mujer le abandonó por su dedicación al Islam. Para sobrellevar la crisis personal hizo la mochila y se fue a recorrer Asia. Cayó prisionero de los soldados talibanes en la frontera afgana cuando viajaba tras ser recogido haciendo autoestop en un camión que le llevaba de Pakistán a Irán. Según comentó, los talibanes pensaron que se trataba de un espía británico. Y allí, en una cárcel afgana, fue descubierto semanas después y capturado por las tropas estadounidenses.

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