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Publicado por
MIGUEL ÁNGEL MORATINOS
León

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HACE un año se inicio una guerra ilegal e inmoral. Una guerra planteada por sus promotores como un conflicto entre el bien y el mal. Una guerra cuyo fundamento y justificación fue una sarta de mentiras y una acumulación de despropósitos. En toda guerra la primera víctima es la verdad. En este caso, la verdad fue masacrada incluso antes de iniciar las operaciones militares a bombo y platillo. Basándose en un extravagante y débil diseño estratégico, la maquinaria de guerra de los Estados Unidos y sus acólitos entró en al avispero iraquí como un elefante en una cacharrería. Al supuesto fin de la guerra le ha sucedido una catastrófica gestión de la posguerra que se está revelando como un fracaso diplomático y militar de proporciones históricas. Algunos buscaron en la insultante figura del sátrapa Sadam Husein la manera de justificar una guerra rechazada por millones de ciudadanos desde la conciencia y el sentido común. Otros afirmaron que se conseguiría un mundo más sólido y más seguro y que se daría un impulso definitivo a los esfuerzos para alcanzar el final del conflicto entre árabes e israelíes. Hoy el mundo es más inseguro; la inestabilidad en la región ha aumentado y el proceso de paz en Oriente Próximo está al borde del colapso. En Europa las consecuencias han sido también devastadoras. El intolerable seguidismo de algunos, liderados por José María Aznar, ha producido gravísimas tensiones en la Unión. La relación transatlántica y la credibilidad de las Naciones Unidas se han visto dañadas gravemente y lo que es aún más preocupante, se ha abierto una gran brecha en la opinión pública en Oriente Próximo y en el Golfo que puede tener graves consecuencias. Desde la responsabilidad y la legalidad internacional todos debemos aportar nuestra contribución para resolver tamaño despropósito. Urge que el pueblo iraquí recupere el control sobre la integridad de su territorio y para ello sólo cabe un esfuerzo coordinado de la comunidad internacional liderada por la ONU. El reciente anuncio de la aprobación de la Constitución iraquí es una señal positiva, siempre y cuando, pueda integrarse en un nuevo enfoque político de todo el proceso. Sólo en ese caso, se puede contemplar la presencia de tropas españolas desplegadas en Irak, que no han de permanecer allí como fuerzas de ocupación, sino como garantes de una transición hacia un futuro mejor. 1397124194