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| Reportaje | Diwaniya |

Fayed Al Qhazir, el hombre detrás de los ataques a las bases

Los servicios de inteligencia no prestaron mucha atención a este hombre de Al Sadr, que ya desde agosto amenazaba con matar españoles y que no era sometido a ninguna vigilancia

Sayyed Fayed Al Qhazir, el hombre de Moqtada en Diwaniya

Publicado por
David Beriain - redacción
León

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«Me preguntas qué actitud vamos a tener frente a los españoles. Esperemos que cambien, si no lucharemos contra ellos. ¿No fue eso lo que hicieron ustedes con Napoléon, luchar hasta que el invasor se fue?». Fayed Al Qhazir se nos quedó mirando, desde su ojos oscuros y su barba espesa que no hacía más respetables sus menos de treinta años. El Sayyed (descendiente del profeta) medía el impacto de sus palabras, sentado en aquel cuarto pobre y desnudo de la mezquita de Diwaniya. Sobre la mesa tenía esparcidos los juramentos de lealtad de los jefes de los clanes, aquellos que le habían prometido fidelidad a él y a su jefe, Moqtada Al Sadr y que, llegado el caso, engrosarían las filas de su milicia, el Ejército del Mahdi. «Si los soldados tomaran tu país, maltrataran a tu gente, no tuvieras condiciones para vivir con dignidad y te sustituyeran un dictador por otro, ¿qué harías? Una vida así no merece la pena ser vivida. Preferimos morir luchando. Y te digo una cosa. Los mártires están por todas partes. Cuando Alá llama a alguien a morir por los suyos, eso no se puede parar. Alá no quiere que sus hijos vivan oprimidos. Si alguien decide morir como un sehid (un mártir) y mata al que le está oprimiendo, eso agrada a Alá». El seguimiento de Fayed Han pasado más de siete meses desde aquella conversación y muchas cosas han cambiado en Diwaniya, que ha dejado de ser, quizás para siempre, el remanso de paz de ese caos llamado Irak. Muchas cosas han cambiado, sí, pero Fayed Al Qhazir no está entre ellas. Su discurso suena igual de encendido y su retórica de guerra no ha variado un ápice. En aquella entrevista en agosto, nos confesó su plan (urdido junto con Moqtada) de proclamar un Gobierno paralelo en Diwaniya y en todo Irak que desafiara la autoridad de los norteamericanos y de los españoles. Esa idea fue abandonada por Moqtada, porque no contó con suficiente apoyo popular, pero tuvo una consecuencia muy clara: el nombre de Fayed empezó a sonar en las reuniones del G-2, la célula de inteligencia de la Plus Ultra, con la categoría de amenaza. Sin embargo, apenas se tomaron medidas para controlarle a pesar de que los hombres de Fayed ya habían montado más de un lío. De hecho, sus partidarios se introdujeron en las manifestaciones de protesta contra el gobernador Hazem Al Salam (al que acusaban de corrupto y asesinto) y agitaron a los radicales hasta que saquearon y quemaron la sede del Ejecutivo. Apenas dos días después de aquellos disturbios pudimos ver dentro de la Base España, mezclados entre los trabajadores civiles iraquíes, a varios de los hombres de Fayed, sin que fueran detectados. Eso, a pesar de que iban vestidos como clérigos y no parecían tener ninguna intención de trabajar. Nadie se dio cuenta. Los mecanismos de seguridad de la base, en aquellos primeros días, eran de lo más precario. Sin contactos «Nadie ha venido a hablar conmigo. Han hablado con otros líderes religiosos que no representan a nadie. Conmigo no y mira», se quejaba Fayed señalando los juramentos de fidelidad de los clanes. «No es tan sencillo. Podríamos ir a hablar con él, para ver cómo respira, pero no sabemos qué representividad tiene entre la gente, si hay muchos que le siguen o no. Si vamos a hablar con él, igual hay otros sectores que se molestan», comentó uno de los militares tras las manifestaciones.