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| Análisis | Morir en Palestina |

Gaza, «corredor de la muerte»

Publicado por
Miguel Murado - redacción | la coruña
León

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Fue difícil encontrar a Abdel-Aziz al-Rantisi en Gaza. Pero no porque estuviese escondido, sino porque vivía en una de las zonas más miserables de una de las ciudades más infelices del mundo, en una calle que no era ni siquiera calle (estaba sin asfaltar) en un piso desangelado, austero y severo como el mismo Rantisi. Seguridad no había mucha en la vivienda del que entonces era ya el número dos de Hamas. Íbamos a entrevistarle dos periodistas (Juan Cierco del ABC y yo mismo). El guía que nos llevaba, Ahmed, llamó al portero automático y explicó que estaban allí «los dos periodistas españoles». «¿Qué periodistas? ¿Y quién eres tú?» preguntó la voz del guardaespaldas. Pero abrió sin esperar respuesta. Como digo, seguridad no había mucha. Al más reciente líder de Hamas, evidentemente, no le importaba mucho morir. Tampoco enviar a morir. A diferencia de su antecesor inmediato en el puesto y en la clase de muerte, el jeque Yasín, Rantisi sí era un hombre político; no un iluminado sino un fanático al que ni siquiera el ejercicio de la pediatría parecía haber ablandado mucho. Representaba al sector más intransigente de la organización en Gaza, frente a las llamadas, exageradamente, «palomas». La máquina de ejecutar Rantisi ya había escapado a la muerte el año pasado, pero esta vez, la muerte, haciendo el mismo camino que hicimos nosotros aquel día, le ha encontrado en el laberinto de calles sin asfaltar de Gaza, en su coche, frente a su casa.En parte, existe la tentación de leer la muerte de Rantisi políticamente: Sharon, ansioso por demostrar que su plan de evacuación de Gaza no es una claudicación, quiere irse dejando cadáveres exquisitos que se lo aclaren a los palestinos. Pero, posiblemente, esa interpretación pecaría de un exceso de racionalismo. A Rantisi le ha matado la monótona máquina de las ejecuciones sin juicio que Israel puso en marcha desde el comienzo de la Intifada, una máquina que funciona con rutina, sin ninguna concesión a la realidad sobre el terreno, y no digamos a la legalidad. Una máquina que combate el terrorismo aplicando una versión aséptica de los mismos principios del terrorismo. Se le ha matado porque tocaba, ni más ni menos, simplemente porque le llegó su turno en ese corredor de la muerte israelí al que el mundo ya se ha acostumbrado hace tiempo.

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