Diario de León

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Los nuevos «sin papeles» de la UE

Letones y rusos se ven con desconfianza. Las diferencias étnicas marcan un país que espera que la adhesión acelere la integración

Unos niños celebran el ingreso de Letonia en la UE

Unos niños celebran el ingreso de Letonia en la UE

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El pasado 5 de febrero, más de 10.000 estudiantes rusos salieron a las calles de Riga para intentar detener la reforma del sistema educativo, aprobada ese día. La medida recoge una mayor presencia del idioma letón incluso en las escuelas ruso hablantes. Desde entonces, las manifestaciones forman parte de las calles de la capital de Letonia, aunque el debate lingüístico no es más que la punta de lanza de un problema mucho mayor: el de la integración de las minorías en un país donde el término cosmopolita constituye una amenaza. Las guías que destripan Riga para el turista destacan las bondades de su crisol étnico. Sin embargo, los letones que la habitan (menos de la mitad) son bastante escépticos: «Ellos (los rusos) protestan, pero no hacen nada por adaptarse. Quieren que todo vuelva a ser como antes, cuando con el régi-men soviético decían que todos éramos iguales, pero ellos eran más iguales que nadie. Creen que intentamos reprimir-les», dice Aleksandra Peksena. La joven se encarga de guiar a los visitantes en el Museo de la Ocupación, una especie de recordatorio de la época negra que comenzó con la invasión soviética (1941) y que se saldó con varios cientos de miles de letones asesinados o deportados (a ellos hay que sumar los judíos masacrados por los nazis). Pese a que sus palabras no ocultan su malestar ante las reclamaciones de los rusos, Aleksandra entiende que hay que establecer diferencias: «Depende de la edad. Los mayores son los que no quieren adaptarse, los jóvenes sí se hacen cargo de la situación, pero muchos están influenciados. Es como si en España se estableciese gente de fuera, se negara a aprender español e impusiera su idioma». El punto de vista ruso La otra cara de la moneda es la de Valeri, un ruso que vende matriuskas (típicas muñecas de madera que encajan una dentro de otra) en la calle. Para él, son los letones los que tratan al resto «de forma discriminatoria». Habla de un intento de «venganza» surgido tras la independencia y que se tradujo, entre otras cosas, en la negación de la ciudadanía. De hecho, unos 349.000 rusos, 65.000 bielorrusos, 50.000 ucranianos y 17.000 polacos permanecen en una especie de limbo: están desprovistos de la nacionalidad letona y de cualquier otra, debido a las leyes de naturalización que, tras la independencia lograda en 1991, niegan la ciudadanía a los no letones que llegaran a la república después de la ocupación soviética. Así, menos de 70.000 rusos han conseguido ser nacionalizados y para ello han tenido que pasar pruebas como la del perfecto dominio del idioma letón. De este modo, de medio millón de habitantes del país báltico fueron excluidos del referéndum para entrar en la UE, en el que el sí logró un respaldo del 67%. Sin embargo, los ejemplos de perfecta convivencia no son extraños y uno de ellos, casualmente, es la familia del cónsul español en Riga. Andris Klavins es letón, su mujer es de Tallin (Estonia) y ambos se conocieron cuando estudiaban en San Petersburgo (Rusia). Con semejante currículo no es extraño que sus dos hijos hablen cinco idiomas. Klavins ve el futuro con optimismo y quiere pensar que el tiempo acabará con las diferencias: «La adhesión a la UE enseñará a las minorías la necesidad de integrarse. Será imposible seguir separados cuando perciban que Europa busca avanzar junta». Como buen diplomático, dice en-tender a unos y a otros, y asegura que el descontento de los rusos es comprensible ya que «cuando hay un problemas es fácil encontrar un culpable. El sistema soviético tuvo cosas buenas hasta que se colapsó, todo el mundo tenía un techo, ropa y trabajo, aunque no fuera gran cosa.

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