Diario de León

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Faluya resucita el fantasma de la guerra urbana

Publicado por
David Beriain - redacción
León

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Si los cerebros del Pentágono se tomaron su tiempo para planificar la invasión de Irak fue sobre todo porque tenían un orden muy clara: evitar la guerra urbana. La lección aprendida en las calles de Mogasdiscio, la capital somalí que se convirtió en la tumba de 18 soldados de élite norteamericanos, fue suficientemente dolorosa como para que se tomaran medidas. En previsión de que Sadam metiera a sus fuerzas en las poblaciones y convirtiera la lucha en una búsqueda casa por casa de guerrilleros que se mezclarían con la población civil, toda el plan de ataque se convirtió en una inmensa maniobra para esquivar los núcleos urbanos y dirigir el avance directamente a la capital Bagdad. Como tantas otras cosas en Irak, la guerra urbana, aquel fantasma temido, ha resucitado en la posguerra con el nombre propio de Faluya. Los combates casa por casa en esta ciudad están siendo los más duros de la posguerra y puede que de la guerra. Desde el punto de vista militar es un lucha muy difícil de ganar. Demasiados escondrijos y lugares elevados donde instalar francotiradores que vayan minando las filas enemigas. Históricamente ha sido el punto débil del poderoso Ejército norteamericano porque este tipo de combate hace casi inútil la tecnología punta y el armamento pesado. Ni la artillería, ni la aviación, ni los carros de combate son efectivos. Es más bien una lucha de fusiles, ametralladoras, lanzagrandas y morteros. Y de eso, los insurgentes iraquíes tienen de sobra. Si además el contrincante está dispuesto a pagar un alto precio en vidas, como en el caso de Faluya o el de Nayaf, las fuerzas se equilibran. Los norteamericanos, mejores entrenados, provocan estragos entre los rebeldes, pero también toleran muchísimo peor las bajas. Al final, el enfrentamiento se reduce a un pulso por ver cuánta muerte puede aguantar cada parte. Pero si difícil es la lucha desde el punto de vista militar, mucho más lo es desde una óptica política. Estados Unidos tiene todas las de perder en su lucha por las calles de Faluya.

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