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| Crónica | Los métodos chinos |

Vigilar a papá para chivarse al todopoderoso Estado

Un niño come un helado delante de los retratos de Zou Enlai y Mao

Publicado por
Isabel Ramallo - pekín
León

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En un nuevo intento por combatir la corrupción, las autoridades chinas han decidido rescatar antiguos métodos practicados en la revolución cultural, al animar a niños y adolescentes a vigilar e incluso denunciar a sus padres. La campaña «Ojos pequeños vigilan a los ojos grandes» comenzó ya en la provincia sureña de Cantón, pionera en reformas económicas y políticas en China y una de las que más activamente busca cómo combatir la corrupción. El distrito de Fangcun ha «reclutado» ya a 12 estudiantes de primaria y secundaria cuyos padres ocupan importantes puestos dentro del Partido Comunista y en la Administración, y les ha entregado certificados de «inspectores anticorrupción». Un grupo de expertos judiciales y del gobierno imparten cursos a los niños seleccionados en valores como «honestidad, integridad y trabajo duro», además de proporcionarles conocimientos legales básicos que pueden necesitar para vigilar el «mal comportamiento» de sus padres. El método es «innovador», según la Comisión de Inspección y Disciplina de Cantón, el organismo del Partido Comunista encargado de la lucha contra la corrupción, que ha animado a otros distritos a utilizarlo también, si da buenos resultados. Expertos y académicos criticaron sin embargo la «similitud» de este método con los utilizados por los Guardias Rojos durante la Revolución Cultural china, entre 1966 y 1976, cuando los hijos actuaban como «informantes y chivatos» de los presuntos delitos contrarrevolucionarios de sus padres. «Durante la revolución cultural, se destruyeron los vínculos familiares. Aparentemente, era lo que había que hacer, pero en realidad, no era lo correcto», opina Zhang Haiqing, profesor de ciencia política de la Universidad Sun Yat-sen, en Cantón. Aquella época de «locura y barbarie» vio la ruptura de miles de familias, destrozadas ante las acusaciones, a veces reales y en ocasiones simplemente ficticias, de exaltados jóvenes revolucionarios contra cualquier indicio de comportamiento burgués, tradicional o simplemente «contrario al movimiento maoísta» de sus mayores. El entramado de intereses políticos y económicos se solapa con la impunidad con la que operan los funcionarios y fuerzas del orden, sobre todo en las provincias y a nivel local, donde las órdenes de Pekín llegan tarde y se respetan poco. El Gobierno trata de evitar estos desmanes con mano dura.

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