Putin rompe con sus padrinos y se dispone a gobernar Rusia sin lastres

No ha sido casual que a la aparatosa ceremonia de toma de posesión del presidente ruso, Vladímir Putin, para un segundo mandato, celebrada el viernes en la suntuosa sala de San Andrés del Kremlin, no haya asistido su antecesor Borís Yeltsin aunque sí estuviera presente su esposa Naína y aunque se dijera que la ausencia fue debida a una bronquitis. Al solemne evento, más parecido a una coronación real decimonónica que a un sencillo juramento del cargo por parte del dirigente de un país moderno, tampoco acudieron ninguno de los líderes reformistas que protagonizaron la política durante la década de los 90 y que perdieron su escaño en las legislativas de diciembre. No fueron invitados, por lo que se ve. No estuvieron presentes personajes como Anatoli Chubáis, el denostado padre de las privatizaciones, ni tampoco magnates como Román Abramóvich, dueño de la petrolera Sibneft y del equipo de fútbol londinense Chelsea, o Vladímir Potanin, presidente del poderoso consorcio Interros. Putin, cuyo segundo y, en principio, último mandato acaba de comenzar, ha dejado bien claro que ya nada le ata al clan que le transfirió el poder el 31 de diciembre de 1999.