Madrid se descuelga, tras la era Aznar, del club de los cristianos

Religiosa o laica. Cristiana o atea. El tan manido asunto de si la Constitución Europea debe o no aludir en su preámbulo a las «raíces cristianas» del viejo continente volvió ayer a dar coletazos en Bruselas, situando a España en el centro del debate. El Gobierno español, hasta hace dos meses encendido defensor de que el texto constitucional aludiese a Dios, modificó de forma radical su posición, cambiando de paso la correlación de fuerzas en el seno de la Unión. Para el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero, este asunto no figura ya en la orden del día. «El proyecto de la Convención es suficiente, y no es el momento ahora de reabrir temas tan sensibles», manifestó ayer el titular de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos. Junto a los laicos Madrid se descolgaba así del llamado club de los cristianos, que convirtió en una auténtica línea roja la referencia al cristianismo. De hecho, España rechazó la invitación para firmar una carta junto a Italia, Polonia, Lituania, Malta, Portugal, República Checa y Eslovaquia para insistir en esta reivindicación y, en cambio, se alineó en el club de los laicos, junto a Francia, Bélgica, Eslovenia, Suecia, Finlandia y Dinamarca, países para los que es suficiente la referencia constitucional a las «herencias culturales, religiosas y humanistas de Europa», tal y como está previsto en el texto.