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Una burbuja para extranjeros

Los occidentales viven en Arabia Saudí recluidos en lujosos complejos residenciales, una especie de «jardín de las delicias», pero no logran evitar ser objetivo de la red terrorista Al Qaida A la

Clientes de un complejo residencial saudí leen en los periódicos los detalles del asalto de Al Qaida

Publicado por
Eugenio García Gascón - riad
León

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El complejo residencial Oasis de Al Jubar es un auténtico paraíso artificial. Hay cientos de burbujas semejantes en Arabia Saudí en las que viven recluidos los extranjeros, en su mayor parte occidentales que no traban contacto con la población local y que están consagrados a mantener en funcionamiento las centrales petroleras que hacen de este país uno de los más ricos del mundo. El complejo Oasis es el más exclusivo de Al Jubar. Está lleno de lujosas villas que en Occidente están reservadas a los multimillonarios excéntricos. En este complejo residencial hay 200 villas, 48 apartamentos, 195 apartamentos-estudio y un hotel de superlujo. En Oasis viven los principales ejecutivos e ingenieros de las compañías petroleras ubicadas en Al Jubar, unos privilegiados que disponen de todo lo que necesitan para llevar un nivel de vida de ensueño que no podrían llevar en sus países de origen. Sus salarios también son astronómicos. Dentro del complejo hay restaurantes que ofrecen todo tipo de comidas exóticas en estas latitudes. Hay pastelerías selectas, varias piscinas, jardines de diseño con fuentes de fantasía, varios balnearios e incluso una pista de patinaje sobre hielo que desafía las altas temperaturas que reinan en el desierto del entorno. A palo seco Lo que no hay, por supuesto, es alcohol. La venta e ingestión de alcohol están rigurosamente prohibidas en Arabia Saudí. Los extranjeros más osados disponen de alcohol de mala calidad que elaboran en sus propias casas a escondidas corriendo el riesgo de ser expulsados del país automáticamente si son descubiertos. Las compañías petroleras han llegado a la conclusión de que lo mejor para sus empleados es vivir en estos complejos por varias razones. Por una parte sus empleados están más localizables y por otro lado evitan el contacto con la población autóctona reduciendo de esta manera los conflictos entre dos maneras tan distintas de concebir la vida. En Arabia Saudí viven seis millones de extranjeros. La mayoría son indios, filipinos, paquistaníes y egipcios que por un salario reducido trabajan como empleados del hogar en las casas de las familias saudíes o en los lugares de trabajo que no desean los autóctonos. Es una inmigración muy distinta a la de los occidentales, que cobran mucho más, que permanecen en el país unos pocos años, hasta que han hecho una fortuna, y que únicamente abandonan los complejos residenciales para ir al trabajo, muchas veces distante de su vivienda a unos pocos centenares de metros. La seguridad es la palabra clave. Así, los vecinos de estas burbujas suelen estar protegidos por muros de piedra o de hormigón que sólo se interrumpen en los accesos, unos accesos que a su vez están fuertemente protegidos por guardas de seguridad que vigilan minuciosamente todas las entradas y salidas de las personas que acceden. Y, sin embargo, en los últimos meses ha quedado demostrado que toda la seguridad es poca y que los fundamentalistas logran golpear con cierta facilidad en el interior de estas burbujas de ensueño.