OPINIÓN
Un error llamado secuestro
EN MEDIO de fuertes pérdidas tácticas, Al Qaida recurre al secuestro-chantaje para obtener victorias políticas en su combate abierto, descarnado, en Irak, Arabia Saudí y Pakistán. Es un grave error porque ningún gobierno está listo para aceptar demandas de los secuestradores y porque el rapto es un delito particularmente odioso. Es verdad que la red hace distingos y ha liberado a un cierto número de rehenes una vez comprobada su condición de musulmanes, incluso ha sugerido un matiz político más preciso al dejar libre en su día a un periodista francés porque era francés y los secuestradores tomaban nota de que no hay tropas francesas en Irak y de la hostilidad de París a la guerra. El pobre surcoreano que cayó en manos del grupo Al Zarqaui apenas llegado a Bagdad es (era) ciudadano de un país cuyo gobierno apoya a los Estados Unidos, en tono menor y más vinculado a la reconstrucción material que al combate, pero que acaba de confirmar que enviará tres mil soldados a partir de agosto. Amenazado de ejecución inmediata si Seul no reconsideraba su decisión, el gobierno surcoreano confirmó el lunes, cuando expiraba el plazo perentorio fijado por los terroristas, que no cedería al chantaje. La conducta ha sido siempre la misma: Italia no reconsideró su política por el secuestro y muerte de uno de sus nacionales, un civil trabajando en asuntos de seguridad, por no hablar de la conducta de Washington cuando fue secuestrado y asesinado en mayo Nick Berg. El Gobierno saudí ni sopesó la posibilidad de liberar a terroristas encarcelados para evitar la muerte de Paul M. Johnson. Daniel Pearl, periodista norteamericano fue en 2002 el primero de la lista: capturado y degollado en Pakistán Al Qaida se equivoca gravemente. Lo mismo que con los coches-bomba que están matando civiles iraquíes a docenas. La versión de la guerra santa que dan los secuestros es penosa y no es políticamente lúcida.