El bulo y el desprestigio

En Agadir, un profesor de filosofía fue acusado por un inspector de educación islámica simpatizante del PJD de defender propósitos contrarios a la religión musulmana, lo que en Marruecos está castigado por ley. La acusación resultó ser falsa y provocó la cólera de muchos profesores de región. En Errachidía, varias alumnas han sido agredidas por profeso-res militantes o simpatizantes del PJD por no usar el hijab (pañuelo islámico). Según algunos denunciantes, estos profesores llevan a cabo una segregación entre las chicas que se velan la cabeza y las que no lo hacen. La Asociación Marroquí de Derechos Humanos, que defiende a las acosadas, también ha sido blanco de los islamistas. El historiador marroquí de confesión judía Simón Lévy, profesor en Casablanca, confiesa que «la situación es grave, porque durante 30 años hemos dejado hacer a los integristas lo que les ha dado la gana, mientras que el Estado ha difundido una enseñanza antidemocrática, intolerante y racista». Activistas de algunos secto-res islamistas han iniciado una ofensiva para imponer el velo a las mujeres que trabajan en las administraciones y empresas públicas y privadas. Muchas ya lo hacen, por convicción, miedo o presión social. Otras son coaccionadas.