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| Análisis | A cinco días del traspaso |

Bienvenidos al caos

Bremer dará paso en cinco días a un Gobierno iraquí elegido a dedo, sin autoridad y amenazado de muerte por la resistencia

Publicado por
David Beraian - redacción | la coruña
León

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Aquella mañana de mayo del 2003 Paul Bremer daba un paseo por uno de los palacios de Sadam. Acababa de llegar a Irak, le habían avisado de su nombramiento con diez días de plazo y debía hacerse cargo inmediatamente de la situación. En apenas unos minutos se enfrentaría a una de sus primeras reuniones de mando. Poco antes de entrar en la sala, el funcionario designado por Washington para detentar todo el poder de la posguerra iraquí extendió un mapa y le pidió a uno de sus ayudantes que le explicara dónde estaba el Kurdistán iraquí. Tres días después, aquel hombre que no sabía situar el territorio que los cazas norteamericanos habían protegido durante diez años para evitar que Sadam volviera a masacrar a los kurdos, tomó dos decisiones que condicionarían toda la posguerra iraquí: Primero decidió purgar a los miembros del Baaz, el partido de Sadam Huseín, de la nueva administración. Después ordenó la desmovilización del Ejército iraquí. «De la noche a la mañana todo cambió. Pasa-mos de llevarlo bastante bien, a tener 400.000 nuevos enemigos», comentó la revista Time uno de los ayudantes de Bremer. A partir de aquella fecha, la resistencia creció lenta pero constantemente. En agosto no llegaba a un muerto diario. Los militares y los partidarios del antiguo régimen vieron en esa lucha a base de emboscadas y bombas caseras una forma de canalizar su descontento. No les faltaban armas ni destreza. Los grupos integristas y conexiones con Al Qaida, como el de Al Zarqawi, se sumaron a la lucha. En noviembre, las muertes ya superaban las cuatro diarias. Mentiras y realidad Fue entonces cuando Bush perdió la paciencia. Llamó a Bremer a consultas y ordenó reconducir la situación. Hoy, el «nuevo dictador de Irak» pasa sus últimas horas en Irak cerrando los detalles del traspaso de poder desde su búnker de la Zona Verde de Bagdad, aislado de la realidad y rodeado por los mercenarios de la empresa Blackwater que le sirven como guardaespaldas. Qué se puede esperar del Gobierno elegido a dedo. Tomemos por caso al ministro de Defensa, Hazem al Salam, el hombre que se hará cargo de parte de la lucha contra la resistencia. Al Salam fue designado por Bush gobernador de la provincia de Diwaniya y permaneció en ese cargo durante toda la misión española. Había vivido en el exilio durante casi veinte años y llegó de vuelta a su ciudad subido en un tanque de los marines y vestido con el uniforme norteamericano. Ordenó disolver a tiros una manifestación que protestaba contra su gestión. Hubo una docena de heridos de bala, entre ellos varios niños. Juró y perjuró que fueron francotiradores de la oposición los que efectuaron los disparos para después acusarle. Los disparos procedían de la posición que ocupaban los más de 50 guardaespaldas de Al Salam. Mentía.

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