Lúcido y con un perfecto dominio de sí mismo

Texto Sadam fue trasladado en un helicóptero estadounidense a una base militar y de allí a un autobús blindado hasta el improvisado tribunal, situado en unos de sus antiguos palacios cerca del aeropuerto de Bagdad. Dos fornidos guardias iraquíes lo escoltaron dentro del edificio, donde le quitaron las esposas. Sentado ya en el banquillo de los acusados, con la mirada viva replicó punto por punto al juez, tomando de vez en cuando notas en un papel en una audiencia que duró media hora. Para marcar su arrogancia y confirmar su lucidez, se negó a firmar, en ausencia de un abogado, el acta de acusación.