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| Análisis | Palabras para el drama |

Un mes de impunidad

La blanda resolución aprobada por la ONU sobre Sudán permite a este país ganar tiempo mientras prosigue la limpieza étnica de la región de Darfur

Publicado por
Miguel Murado - redacción
León

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Comprensiblemente, existía ayer algo de confusión en el gobierno sudanés a la hora de responder a la resolución de la ONU sobre Darfur. Mientras el ministro de Información al-Zahawi Ibrahim Malik la criticaba abiertamente, el embajador sudanés ante las Naciones Unidas, Elfatih Erwa, aseguraba que Jartum acataría la resolución. Era un confusión lógica, porque la resolución es tan descafeinada que parece haber cogido por sorpresa incluso al propio gobierno sudanés, que esperaba algo más concreto que esas vagas «medidas» con las que se le amenaza si en el plazo de un mes no ha puesto fin a unos desórdenes que se han desarrollado con impunidad durante diecisiete veces ese período de tiempo. Lo que en Jartum era confunsión, en Nueva York era una certeza: la de que la resolución no tendrá apenas efecto. Al caerse a última hora la palabra «sanciones» del borrador será necesaria otra nueva votación para imponerle alguna a Sudán si no cumple. La abstención de China hace presagiar un veto en ese caso y para entonces, de todas formas, Sudán habrá tenido tiempo de maniobrar para salir del apuro (ya lo hacía ayer, a través de Egipto). Pero el problema no es ni siquiera China, ni el derecho de veto. Es todo el sistema de las Naciones Unidas el que vuelve a estar en entredicho en la crisis de Darfur. Lo que supuso un descrédito por exceso en la guerra de Iraq se está convirtiendo en un descrédito por defecto en el caso de Sudán, y ambos casos están relacionados. Tras lo sucedido en Irak, resultaría difícil para Estados Unidos y Gran Bretaña argumentar de forma creíble una intervención militar en otro país musulmán y con recursos petroleros. Y ello suponiendo que estos países tuviesen realmente la intención de intervenir después del fiasco iraquí. La única buena noticia en todo esto: el también lento pero progresivo compromiso de los propios países africanos con la situación en Sudán. Allí se encuentran ya 60 observadores de la Unión Africana protegidos por unos 300 soldados. Ayer, el presidente de Nigeria (y también presidente de la UA en estos momentos), Olusegun Obasanjo, hablaba de la necesidad de incrementar esa presencia de observadores y tropas en Darfur. Aunque es poco probable que la UA tenga la capacidad de resolver el conflicto, la simple presencia de tropas ruandesas como fuerza de paz en un país amenazado con un genocido similar al que padeció su país, es un tíbio signo de esperanza para el futuro del continente.

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