Diario de León

| Análisis | Más allá del acuerdo |

Sistani refuerza su liderazgo político

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Enrique Vázquez - madrid
León

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El rápido acuerdo alcan-zado el jueves entre el líder radical Muqtada Al Sáder y Su Eminencia Al Sistani sobre la batalla de Nayaf fue, en realidad, la aceptación por el primero, un hombre de treinta años de un linaje de grandes juristas, de las cláusulas escritas por el segundo, el Gran Ayatolá de 73 años que, aunque nacido en Irán, es la autoridad insoslayable para el grueso de la comunidad chií de Irak. En términos políticos, Moqtada no tenía margen alguno para discutir con Al Sistani, quien ya había hecho una formidable concesión bajando al ruedo, lejos de su proverbial aislamiento en su modesta vivienda de la ciudad de Nayaf y con un fatigoso viaje por carretera desde Kuwait, adonde llegó desde Londres mejorado de su dolencia cardiaca, pero con la oposición de sus médicos. El viejo primus inter pares (primero entre iguales) del liderazgo social chií (la marjaia) ha prevalecido y reforzado su autoridad. Pero no ha impuesto sólo su acuerdo a los duros y antiamericanos de su pro-pio campo, sino al Gobierno interino iraquí, que se sumó al arreglo sin oponer, que se sepa, la menor objeción. Necesitaba imperativamente cancelar la sangría en Nayaf y evitar a cualquier precio que su policía invadiera el santuario y escenificara una cruenta guerra civil. Por eso, más allá del acuerdo como tal, que permitió ayer la entrega del santuario de Alí a la dirección chií y la salida de los militantes en medio de una controversia sobre cómo se ejecutará su desarme, lo sucedido es un elemento clave en el conjunto del proceso político. Ha confirmado clamorosamente la única hipótesis universalmente aceptada sobre Irak y su porvenir (la que otorga a Al Sistani un papel indis-pensable y una capacidad política decisiva). El acuerdo prevé que el movimiento de Al Sáder, que ganaba adeptos sobre todo entre los jóvenes, sea parte del proceso político oficialmente en curso y habrá que ver cómo Mu-qtada aplica ese supuesto, aunque formalmente nada le obliga: puede participar del mismo absteniéndose de hacerlo, con tal de que actúe pacíficamente. En Washington no se lo reprocharán: lo único que querían allí era ver el fin de la sangría y no han objetado uno de los puntos del acuer-do, que estipula que los ele-mentos armados dejarán la ciudad y no volverán así como que la fuerza militar multinacional se retirará. Todo está hecho. Todos ganan, menos Bush.

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