Schwarzenegger se hace fuerte

«Hace tres años, la calle estaba llena de deportivos aparcados en doble fila. Llegaba la grúa, avisabas al dueño de un descapotable y ni se inmutaba. Seguía comiendo y luego pedía un taxi para ir al depósito». Theodoros, el dueño de un restaurante griego en Sunnyvale, añora la época de esplendor de este pueblo en pleno corazón del Silicon Valley. Ahora el local está vacío y en la calle principal abundan los carteles de «Se alquila». En los años 2000 y 2001, las poblaciones de este valle se quedaron pequeñas para albergar a los miles de estudiantes, jóvenes informáticos y decididos emprendedores que vinieron de todo el mundo presas de la fiebre del silicio. California, 35 millones de ha-bitantes, es la quinta economía del mundo. Pero el pinchazo de la burbuja tecnológica ha hecho peligrar esa supremacía. La tasa de paro es del 6,7%, más de un punto por encima de la media estadounidense, y de los 400.000 puestos de trabajo perdidos en todo el estado, más de 200.000 corresponden a este pequeño valle. Hasta aquí ha venido hoy a hacer campaña el flamante gobernador californiano, Arnold Schwarzenegger, que hace un año aprovechó el descontento de la gente con el polémico demócrata Gray Davis para acceder al poder. Kerry tienen aquí una ventaja de 15 puntos sobre Bush. Y eso que Schwarzenegger se ha mostrado públicamente a favor del aborto, la legalización de la marihuana para usos medicinales, beneficios médicos para los cónyuges homosexuales o el reparto gratuito de jeringuillas entre enfermos de sida. Nada parecido a Bush.