Diario de León

Si pierde en ese estado, Bush será presidente sin importar lo que ocurra en Florida

Los analistas aseguran que la victoria de Kerry pasa por ganar en Pensilvania

Bill Clinton es el elegido para movilizar a los votantes en el que fue su feudo clave

El candidato demócrata John Kerry reunió a miles de personas en el estado de Wisconsin

El candidato demócrata John Kerry reunió a miles de personas en el estado de Wisconsin

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Mercedes Gallego - nueva york
León

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No es casualidad que la reaparición de Bill Clinton tras su operación del corazón ocurriese el lunes pasado en Filadelfia. Ahí, en lo suburbios de la gran urbe del estado de Pensilvania, es donde los demócratas le necesitan con todas sus fuerzas. Sin una victoria en Pensilvania, dicen los analistas, John Kerry puede olvidarse de la Casa Blanca. Así de sencillo. El demócrata necesita dos de los tres estados mayoritarios en disputa -Pensilvania, Florida y Ohio-, y en ninguno de los tres tiene mejor oportunidad que en éste. Con horario de la costa del este -seis horas de diferencia con España- y el cierre de urnas fijado a las ocho de la tarde, la lectura de votos en Pensilvania dirá inmediatamente si la expectación continúa hasta Hawai -a doce horas de diferencia- o se termina la partida. Por eso tampoco es de extrañar que éste sea el estado más visitado por el presidente George W. Bush, 42 veces, tres de ellas en la última semana. Las encuestas dan a Kerry una ligera ventaja en el estado por encima del margen de error, pero lo asesores de Bush han jurado pelear Pensilvania hasta el final, conscientes de que sería un tiro certero contra su rival. Como mínimo, adivinan los más astutos, si los republicanos le fuerzan a pelear hasta el último voto en Pensilvania, Kerry empleará ahí el tiempo y los recursos que de otro modo hubieran ido a otros estados también decisorios. Cartas echadas Dicen que a estas alturas las cartas ya están echadas, o lo que es lo mismo, casi todos los votantes han decidido ya su voto. «Y el que no lo haya hecho, tal vez no debería votar», dice con agriedad Jerry Springle, alcalde demócrata de Youngstown (Ohio), cerca de Pensilvania. La carta que queda por jugar es la de la movilización. Asegurarse de que cada votante ejerce su voto el próximo martes. Por eso Clinton no reapareció donde fuese necesario convencer a más votantes, sino donde pudiera entusiasmar más a la población. El relanzamiento de Clinton a la arena política fue por tanto en un feudo demócrata donde la población de color supone el 44,3% de los votos. En 1992, el que fuese sido bautizado como el primer presidente negro de la historia logró movilizar al 83% de los votantes afroamericanos, que le auparon hasta la Casa Blanca. Los demócratas han calculado que si este año logran repetir el 72,9% de participación que registró entonces Filadelfia, será virtualmente imposible que los republicanos ganen el estado. Si la esperanza demócrata está en los dos grandes núcleos urbanos, Filadelfia y Pittsburgh, azotados por el desempleo, y su arma secreta la población de color, en el campo republicano apuestan por el suroeste y noroeste del estado, donde se afinca la población más adinerada y más religiosa.

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