Diario de León
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León

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Arafat, cubierto con un abrigo color verde oliva y con el gorro de piel, subió aupado al helicóptero en Ramala mientras un estallido de voces y de brazos alzados le aclamaban con veneración. Los cánticos se arrancaron de las gargantas unidas a las lágrimas. «Sacrificaremos nuestra sangre y almas por ti, Abu Ammar. La montaña no puede ser sacudida por el viento», coreaban. Arafat, emocionado, envejecido y enfermo, pero todavía con fuerzas, se despidió con besos y una promesa. «Volveré -dijo-si Alá quiere». Arafat, el superviviente, iniciaba su viaje en busca de la curación.

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