Vivo, muerto, muerto, vivo
?l presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yaser Arafat, ha sido fuente de noticias casi en sus 75 años de existencia, pero los últimos 18 días no se han quedado atrás. El diario de una muerte anunciada comenzó el sábado 23 de octubre cuando médicos tunecinos lo visitaron en la Mukata (Ramala). Su consejero, Nabil Abu Rudaina, dijo que estaba «OK» y que tenía una fuerte gripe. El día 27, Israel anunció que Arafat había perdido el conocimiento. Rudai-na lo desmintió. El jueves 28 lo visitaron médicos jordanos. Conclusión -la única que se aproxima a un diagnóstico-: sufre anomalía sanguínea, por cáncer, virus o envenenamiento. Llegó su mujer Suha y al día siguiente fue trasladado a la capital francesa. Desde el sábado 30 hasta el jueves 4 de noviembre se descartó la leucemia, se habló de que había perdido faculta-des mentales y se debatió sobre dónde será enterrado. Ese jueves, las informa-ciones contradictorias se sucedieron: está inconsciente (fuentes palestinas), no lo está (Rudaina); está entubado, en coma profundo grado IV, muerte cerebral (fuentes médicas). Abú Alá lo negó. Israel y el primer ministro luxemburgués Juncker anunciaron su muerte. Bush pidió por su alma. El hospital Percy dijo que estaba vivo. Del 5 al 8 de noviembre se habló de coma reversible, estado estable, pero, ayer por la mañana, ante la visita de Abú Mazén y Abú Alá, el parte médico fue rotundo: su coma se volvió más profundo. Y ahí está.