Diario de León

El veredicto de la historia

Terrorista o negociador, héroe o malvado, corrupto o entregado a la causa, la imagen real de Arafat hay que analizarla en contraste con sus mitos

Publicado por
Miguel Á. Murado - redacción
León

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Era un personaje a la vez gris y fascinante: Su secretismo (nadie sabe donde nació ni cuando), la vacuidad de su vida personal (no tuvo amigos, se casó después de los 60 años), su vanidad combinada con una asombrosa capacidad para aceptar humillaciones, su mediocridad intelectual compensada por un talento innato... Es por estos contrastes que los juicios sobre Yaser Arafat son tan dispares. De entre ellos se ha ido abriendo paso una imagen sobre la que, posiblemente, se formará el veredicto de la historia. El veredicto podría ser este: terrorista convertido en negociador intransigente, entregado pero corrupto, valiente líder de una causa perdida de antemano y por ello mismo exonerado también de antemano de sus errores. Y sorprendentemente, como tantas veces, esta es una imagen que tiene mucho de tópica. Mito y realidad del terrorismo palestino Quizás el estigma más grave que acompañará la figura de Yásir Arafat en el juicio de la Historia sea su relación con el terrorismo. Hasta el final de sus días, su imagen en el Occidente, y no digamos en Israel, fue la de un líder terrorista o, en la formulación más generosa, la de un «terrorista convertido en negociador». Es probable que esta imagen perdure, en parte porque el propio Arafat, curiosamente, quiso cultivarla. Sin embargo, si analizásemos con detalle la trayectoria de Arafat veríamos que su carrera como «guerrillero» fue muy breve. Hasta 1965, Al Fatah no llevó a cabo su primera acción armada (el sabotaje incruento del acueducto nacional israelí). Se dice que lo hizo el propio Arafat, pero podría muy bien tratarse de una de sus muchas hazañas autoproclamadas entonces. A esta siguieron las operaciones de infiltración de los años 60 desde Jordania, que difícilmente pueden considerarse acciones terroristas. Lo que se conoció como «terrorismo palestino» es un fenómeno muy localizado en el tiempo (los años 70) y ejecutado por organizaciones como Septiembre Negro, el Frente Popular para la Liberación de Palestina o el Frente Democrático, organizaciones que, aunque nominalmente afiliadas al «paraguas» de la OLP, Arafat no dirigía. ¿Por qué, pues, esta incriminación de Arafat? En gran parte por su propia obsesión en ser reconocido como líder único de la causa, para lo que estaba dispuesto a asumir tácitamente cualquier cosa que hiciesen los grupos palestinos. En todo caso, cuando en la última intifada Arafat sí ha condenado el terrorismo practicado por los islamistas (en este caso, grupos que indiscutiblemente no dirigía) su imagen no se benefició tampoco. Negociaciones y rebajas Paradójicamente, lo que caracterizaba a Arafat era, por el contrario, su constante disposición a negociar y, para desgracia de los palestinos, su escaso talento a la hora de hacerlo. Ya en 1974, Arafat se encuentra en la ONU ofreciendo una solución dialogada (recordemos que la OLP había sido fundada tan sólo siete años antes). En 1988 Arafat ya acepta oficialmente la existencia del Estado de Israel, y se contenta con Cisjordania y Gaza (menos de un tercio de la Palestina histórica). Es Israel quien se niega a dialogar con los palestinos hasta que Washington y la guerra del Golfo les obligan. El resultado serán los Acuerdos de Oslo, un nuevo peldaño hacia abajo en las exigencias de Arafat, quien entonces ya no sólo se contentaba con Gaza y Cisjordania, sino que se resignaba a establecer allí un simple régimen autonómico, cuyo futuro estaría condicionado a la evaluación de los israelíes. Fue desastroso: si Isaac Rabin tenía ya muchas dudas sobre el acuerdo, su asesinato puso fin a toda esperanza. Benjamín Netanyahu paralizó el proceso y finalmente Ehud Barak le dio la puntilla al anunciar que no cumpliría los acuerdos e imponer a Arafat un «trágala» que éste no pudo aceptar. Fue la famosa oferta de «Camp David», en la que se le exigía la renuncia a otro 40% de Cisjordania, la creación de tres cantones sin conexión entre sí, sin Jerusalén, sin fronteras exteriores, sin espacio aéreo ni agua ni el retorno de los refugiados. La Historia, injustamente, condenará a Arafat por no haber firmado Camp David cuando se podría argüir que su gran error fue la firma de Washington (los Acuerdos de Oslo). El «Arafat guerrillero» había dotado a los palestinos de un símbolo un tanto estrafalario, pero poderoso; el «Arafat negociador», tozudo, incapaz de delegar y obsesionado por el reconocimiento de EE. UU. y Europa, no dejó otra salida ya que una revuelta popular cuya violencia acabó apartándole a él con un manotazo. Encerrado en la Mukata, nunca llegó a asumir que el mundo que le había dado el premio Nobel de la Paz le hubiese abandonado de este modo. Esa ingenuidad, en la que nadie pensaría al hacer un retrato de Arafat, ha sido sin embargo el defecto que más caro le ha costado. AÑOS DE LUCHA 1948 Lucha contra los judíos tras crearse el Estado de Israel. 1958 Se exilia y crea el embrión de Al Fatah. 1964 Se funda la OLP. En 1969 es elegido su líder. 1974 En la ONU con una rama de olivo y una pistola. 1989 «Intifada». Proclamado presidente. 1993 Sella la paz con Rabin en la Casa Blanca. 1994 Regresa a Gaza tras 27 años de exilio. 2002 Sharon lo confina en la Mukata, durante la segunda «intifada».

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