Diario de León

| Análisis | El nuevo Gobierno de la UE |

Un equipo en cuarentena

El presidente de la Comisión Europea empezará a trabajar con varios comisarios cuestionados y a sabiendas de que París y Berlín observarán con lupa sus movimientos

Barroso recibe la felicitación del presidente del Grupo Popular

Barroso recibe la felicitación del presidente del Grupo Popular

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Domingos Sampedro - corresponsal | bruselas
León

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Imaginemos que el Gobierno espanol esta formado por 17 ministros. Y que Rodriguez Zapatero no elige -¡a veces ni siquiera conoce!- a la mayoria de ellos pues en realidad no son designados por él sino por los ejecutivos de las comunidades autonomas, independientemente de que sea socialista, popular o in-dependentista. Y para multiplicar el embrollo, pongamos que el Congreso debe evaluar, uno a uno, la capacidad y los conocimientos de todos los ministros, reservandose incluso el derecho a vetarlos. ¿Se salvaria algunos de ellos? Mediante un procedimiento igual de complejo e inaudito nació la Comisión Europea que presidirá Durao Barroso los próximos cinco anos y que oficialmente entrará en acción la próxima medianoche. El propio Barroso llegó a resoplar contra la fórmula tan enrevesada de constituir un gobierno cuando los eurodiputados cuestionaron a Rocco Buttiglione, una persona a la que el portugués no eligió. Todavía hoy son cuestionados el francés Jacques Barrot o la holandesa Neelie Kroes, a la que ni siquiera conocía personalmente. Si ya no lo tenía fácil el italiano Romano Prodi para trabajar a diario con un colegio de comisarios en el que estaban representadas 15 banderas, once idiomas y media docena de familias políticas, menos cómoda será la papeleta para este hincha del Benfica, que sumará otros diez países y nueve idiomas a su equipo. En cualquier caso, los analistas ven a Barroso como una persona más sagaz que su predecesor, que sabe calibrar cada gesto y que puede convertir en religión su pragmatismo político. Quizás esté privado de la ambición que tenían otros presidentes de la Comisión, como el francés Jacques Delors, para acelerar la construcción europea, pero lo cierto es que tampoco en capitales como Berlín, Londres o Roma abundan líderes empachados de europeísmo. El gran problema que tendrá en Bruselas el antiguo primer ministro portugués es que está sometido de antemano a la cuarentena franco-alemana, que no le acaba de perdonar que figurase como anfitrión en la fotografía de la cumbre de las Azores, desde donde se lanzó la invasión de Irak. Pero pese a su atlantismo y a las buenas relaciones que mantiene con Estados Unidos, Barroso no es Tony Blair y ni siquiera se le parece, pues siempre se ha esforzado en mantener a su país, Portugal, a la vanguardia de la construcción europea como, por ejemplo, abrazando el euro desde el principio. Su militancia -pertenece al grupo del Partido Popular- también puede jugarle alguna mala pasada en Bruse-las, si bien la familia política de Barroso gobierna en 18 de los 25 Estados miembros y es la que posee más escaños en la Eurocámara. Y con la izquierda, intenta llevarse bien, y quizás por ello recuerda con orgullo su juventud de revolucionario maoísta. «Creo que fue Willy Brandt quien un día dijo que si no eres marxista a los 18 años, es que no tienes corazón, y si todavía lo eres a los 30, es que no tienes cabeza», dijo ayer Barroso en París. Nada más tomar posesión en Bruselas, Zé Manel, como le llaman los más próximos, deberá afrontar con los Veinticinco la negociación del marco financiero de la Unión Europea para el período 2007-2013, un debate en el que comunidades autónomas españolas como Castilla y Léon no se juegan tan sólo dinero, sino el poder seguir soñando con alcanzar a medio plazo el nivel de prosperidad que tienen los grandes países de la UE.

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