El FBI revela que Bush autorizó por escrito las torturas a los presos
?n día después de que el presidente George W. Bush respaldara en público al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y reiterara que las tropas estadounidenses seguirán luchando en Irak, dos nuevos sondeos revelaron que más de la mitad de sus compatriotas están hartos de la guerra y que quieren que el jefe del Pentágono renuncie. Con un saldo de más de 1.300 soldados americanos muertos desde que comenzó la invasión, el 56 por ciento de los encuestados por The Washington Post y ABC News señalaron que la guerra «no valió la pena», siete puntos más que la respuesta dada en un sondeo similar del pasado julio. Coinciendo con los resultados de otra encuesta del USA Today y CNN difundida ayer, el 52 por ciento de los estadounidenses piensa que Rumsfeld debe dimitir. En el centro de la diana desde hace varios meses por la planificación de la guerra en Irak, estas peticiones han llegado desde todos los frentes, incluso desde su propio partido. En un goteo que no parece tener fin, nuevas revelaciones de abusos cometidos por soldasos estadounidenses contra prisioneros en Irak y Guantánamo salieron ayer a la luz, confirmando que estas prácticas de torturas eran conocidas y toleradas en altas esferas del Gobierno Bush. Esta vez ha sido el Buró Federal de Investigaciones (FBI), que en varios documentos ahora desclasificados al hilo de una demanda presentada por la Unión Americana de Libertades Civiles relata los malos tratos perpetrados por el ejército de EE.?UU. En uno de ellos, los agentes del FBI fueron testigos de los golpes y estrangulamientos sufridos por los detenidos en prisiones iraquíes, a alguno de los cuales les llegaron encender cigarrillos en las orejas. En la base naval de Guantánamo, Cuba, los prisioneros eran encadenados durante más de 24 horas en posiciones incómodas sin poder moverse, mientras eran interrogados y se defecaban y orinaban encima. En una ocasión, los agentes fueron testigos de cómo los soldados apagaban el aparato de aire acondicionado. La temperatura en la sala llegó, según su versión, casi a los 100 grados. Cuando volvieron, un prisionero semi incosciente yacía en el suelo con mechones de pelo arrancados con sus propias manos ante la desesperación y el calor. Uno de los informes clasificado como «urgente» y fechado el pasado 24 de junio, iba dirigido al director del FBI, Robert S. Mueller III, al que se advertía que debía conocer los «serios abusos físicos perpretados contra civiles» para evitar que todo esto se volviera en su contra una vez llegara a la opinión pública mundial. Según el informe, que refleja el malestar de los agentes del FBI por lo que vieron, se ha intentado ocultar estos abusos. Un dato revelador, ya apuntado en otros documentos secretos anteriores, es que el presidente Bush habría firmado una orden autorizando estas prácticas, al no considerar a los detenidos prisioneros de guerra en el sentido estricto que lo hace la Convención de Ginebra. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, sería uno de los principales impulsores de esta teoría.