| Análisis | Comicios en Ucrania |
Unas elecciones envenenadas
La casi segura victoria de Yushenko en las elecciones de hoy no resolverá fácilmente el mayor problema de Ucrania: la división irreconciliable entre las dos mitades del país
El viernes, en el cierre de su campaña para las elecciones de hoy, el candidato de la oposición en Ucrania, Yushenko, optó por la metáfora: en el vídeo de media hora que se emitió en todas las televisiones del país se veía a estrellas de la música occidental como Joe Cocker o Sting dándole tácitamente su apoyo, se le veía a él mismo pronunciando un discurso antes de que su rostro quedase desfigurado por la dioxina y, sobre todo, se veía a Vitali Klitschko, el reciente campeón mundial ucraniano de los pesos pesados, derribar de un puñetazo a su rival. Yushenko cuenta, efectivamente, con el apoyo de Occidente, y su envenenamiento a manos de sus enemigos le otorga la legitimidad de la víctima. Otra cosa es si su victoria en las elecciones de hoy tendrá la contundencia fulminante que tuvo el puñetazo de Klitshko. Victoria segura Porque que Yushenko obtendrá la victoria es algo que nadie duda. Las dos encuestas de las que se disponía ayer eran tajantes: una le daba al candidato opositor un 51% del voto (frente al 37% del oficialista Yanukovich), otra rebajaba su porcentaje a un 48%, pero aún así con once puntos de diferencia sobre su rival. De hecho, Yanukovich, a pesar de ser el actual primer ministro, estaba haciendo estos días campaña ya como si fuese él, y no Yushenko, el líder de la oposición. El padrino político de Yanukovich, el autoritario presidente Leonid Kuchma, ha decidido abandonarle a su suerte y los medios públicos mantienen una insólita (para Ucrania) objetividad. Esto puede dar lugar a un fenómeno difícil de calibrar: que Yanukovich recoja una especie de «voto protesta contra la protesta», el de los que piensan que Occidente y la oligarquía ucraniana (Kuchma) se han aliado para privarles del derecho a decidir su futuro. Difícilmente este voto puede permitirle a Yanukovich ganar, pero sí puede convertir la transición política en una incómoda sucesión de inestabilidades para Yushenko. Concentrado este voto de la desconfianza en las regiones rusófonas del Este del país, podría incluso conducir a un proceso separatista, quizás la única solución para este país en cuyo mismo nombre lleva la semilla de la división («Ukrajna» significa «en la frontera, en el límite»). Quizá sea este el elemento más preocupante de esta elección: no tanto el fraude electoral que envenenó el proceso hace un mes ni el veneno mismo que se le administró a uno de los candidatos. El problema es que incluso sin el fraude siguen existiendo dos Ucranias irreconciliables en un mismo territorio: la occidental que mira a Europa y la oriental que sigue mirando a Rusia. Y para ese veneno no va a ser fácil encontrar antídoto.