La naturaleza machaca al pobre

Si el terremoto que el pasado domingo asoló el sureste asiático hubiese tenido su epicentro en los aledaños de una región materialmente menos relegada, sin dudas la cantidad de víctimas no sería tan alta. La miseria que afecta a los habitantes de las costas que de repente se vieron ane-gadas por olas de diez metros de altura, no sólo condiciona de forma negativa su vida cotidiana, también los hace más vulnerables ante los desastres naturales. Un reciente informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, establece una relación directa entre la prosperidad económica de una región y el impacto entre sus habitantes de movimientos sísmicos, ciclones, sequías e inundaciones. Las cifras hablan por sí solas. Entre 1980 y el 2000, perdieron la vida como consecuencia de desastres naturales 1,5 millones de personas. El 98,2 por ciento vivían en países de ingresos medios o bajos, por lo que el informe concluye que, en última instancia, lo que mayor daño causa no es la catástrofe sino la pobreza. Los países que más víctimas han tenido en los dos últimos decenios han sido: Etiopía, Sudán, Mozambique, Armenia, Honduras y Corea del Sur. Viviendas de papel El impacto de las fuerzas de la naturaleza es mayor entre las personas de escasos recursos principalmente por la precariedad de las viviendas en las que residen. Quizá uno de los ejemplos más paradigmáticos sea el terremoto que el 26 enero del 2001, a las ocho de la mañana, estremeció el estado indio de Gujarat. Por tratarse de un día festivo, la mayor parte de la gente se encontraba aún durmiendo. Más de 100.000 personas pedieron la vida sepultadas bajo los techos de sus precarias casas, del mismo modo en que buena parte de las personas que el domingo fallecieron en Sri Lanka eran humildes pescadores que malvivían en barrios de chabolas cercanos a la costa. El debate se centrará en la forma de articular medidas preventivas, y en la búsqueda de un desarrollo sostenible, en armonía con la naturaleza.