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| Crónica | Recorrido por las zonas del desastre |

Las playas de Khao Lak, un inmenso campo de muerte

El tsunami ha dejado historias trágicas y milagros en Asia. Mientras sus habitantes temen por su futuro, los turistas intentan abandonar la zona ante el olor a muerte que se ha apoderado del par

Publicado por
Miguel F. Rovira - khao lak
León

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Varios cientos de voluntarios recogían ayer cadáveres entre los escombros de los establecimientos de lujo situado en la playa de Khao Lak, al sur de Tailandia, en medio de un intenso olor a muerte. Provistos de mascarillas, los miembros de los servicios de rescate rastreaban a pie los lugares en los que estuvieron emplazados los complejos hoteleros, así como las zonas comerciales y las áreas en las que se levantaban las casas de los residentes. Entretanto, al menos tres helicópteros sobrevolaban las aguas próximas a la playa con la finalidad de buscar cuerpos flotando, ya que la suciedad atraída por el mar al retroceder, impide la visión el fondo marino, donde podrían hallarse muchos cuerpos sin vida. «Creemos que muchas víctimas fueron absorbidas por el mar», indicó el jefe de uno de los pelotones de búsqueda. En los complejos hoteleros se albergaban al menos 5.000 turistas, y en la zona trabajaban y vivían más de 10.000 personas, cuando el pasado domingo tres gigantescas olas ocasionaron la tragedia. A lo largo de los casi veinte kilómetros de playa, las autoridades tailandesas han montado tres improvisados depósitos de cadáveres, en los que decenas de trabajadores hacen ataúdes a destajo. La llegada de furgonetas cargadas con seis y hasta el doble de cuerpos sin vida amortajados en plásticos y sacas, fue constante durante casi todo el día en los tres centros. «Aquí han llegado hoy cerca de doscientos», dijo Arit Wasanthi, uno de los encargados de recoger datos. La playa de Khao Lak era el lugar en el que se albergaban al menos dos de los siete españoles considerados oficialmente «desaparecidos» por la Embajada de España en Tailandia. Los muertos europeos Los países nórdicos y Alemania son los más golpeados por la tragedia. Suecia buscaba a unas 1.500 personas; Noruega (con 13 muertos oficiales), a entre 700 y 800. Por su parte, Alemania tiene 26 cuerpos identificados y un millar de desapa-recidos. La cifra de fallecidos será « claramente de tres dígitos», dijo ayer el canciller Schröder. En medio de las macabras historias que desfilan tras el tsunami, están las que parecen un milagro. Meghan Rajshekhar, de 13 años, engullida por las aguas junto a sus padres en la base aérea india de Car Nicobar, la bahía de Bengala, ha sobrevivido dos días en el mar asida a una puerta. «La encontraron caminando con la mirada perdida en una playa donde la escupió el mar que dos días antes se la había llevado», declaró el vicealmirante Rakesh Kala. Los equipos de rescate siguen sus labores, pero para algunas minorías, tanto de la India como de Sri Lanka, la asistencia puede haber llegado ya demasiado tarde, al punto de la extinción. En el archipiélago de Andaman y Nicobar, la tribu de los Sentinel, considerada la más relevante para los antropólogos y que ya sólo contaba con un centenar de personas, puede haberse extinguido. Mientras, los responsables del medio ambiente de Sri Lanka están perplejos: el maremoto ha acabado con la vida de unas 22.000 personas en sus costas, pero no han aparecido animales muertos. «Ningún elefante está muer-to, ni siquiera una libre», comentó H.D. Ratnayake, subdirector del departamento nacional de vida salvaje. «Creo que los animales pueden sentir cuando va a suceder una catástrofe de este calibre y logran ponerse a salvo», asegura.