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Ocho ciudadanos abandonan en avión militar el escenario de pesadilla de la turística Phuket

«Una mujer se me escapó de las manos», lamenta un superviviente español

Entre los evacuados está un matrimonio de San Sebastián y sus dos hijos de 12 y 5 años

Publicado por
Miguel F. Rovira - phuket
León

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«No quiero hablar demasiado de aquello, porque se me escapó una mujer de las manos, se la llevaron unas barreras arrastradas por el agua». Esta es la agria experiencia vivida por José Padín, un gallego que el tsunami le pilló disfrutando de las playas del suroeste de Tailandia. Padín, de 61 años, y su esposa Pía Padín Stutz, de 62 años y de nacionalidad suiza son dos de los ocho evacuados ayer de Phuket en un avión de la Fuerza Aérea española. Su llegada a la base de Torrejón de Ardoz estaba prevista en la madrugada de hoy. José Padín relató en Phuket que poco antes de la catástrofe, él y su esposa estuvieron nadando, como casi todas las mañanas, en la playa de Khao Lak, pero ese día decidieron dejar de ba-ñarse debido a que había medusas. «Desde la playa vimos que bajaba la marea a una gran velocidad, luego vimos que un barco era levantado por el agua, y fue entonces cuando los dos echamos a correr», narró. La carrera de José acabó en la segunda planta de un edificio en construcción, mientras que la de Pía en lo alto de un andamio, situados a pocos metros de donde se hallaba su marido, y el único que resistió a la embestida del agua. José pudo ayudar a varias personas a ponerse a salvo, incluido a un niño, en el piso de esa edificación en la que se juntaron cerca de una veintena de personas, algunas heridas, pero lo que vivió durante esos trágicos minutos prefiere guar-darlo para sí sólo. Varias horas después, Pía y José, bajaron y llegaron hasta la cabaña que ocupaban, pero al comprobar que esta había desaparecido, se pusieron a andar por la carretera con el agua hasta más arriba de las rodillas, sorteando los arboles que flotaban y asustados por la poca gente que encontraban en el camino. «Me di cuenta de que mucha gente había muerto», apuntó José. Una excursión providencial En el avión militar también viajaron, Jorge Ormazabal, su esposa María José Figueroa, y sus dos hijos, Andrea, de 12 años, y Boris, de 5. La fa-milia Ormazabal, residente en Hendaya (San Sebastián), se alojaba en el hotel Sofitel, establecimiento ubicado en la playa de Khao Lak y en el que los servicios de rescate han encontrado más de 800 cadáveres, la mayoría de huéspedes. Quizá fue la fortuna que llevó a que la familia Ormazabal, emprendiera ese fatídico 26 de noviembre, una excursión en barca a las vecinas Similan, hacía las 8.30 de la mañana, unas dos horas antes de que las olas gigantes arrasaran la playa de Khao Lak. «La idea de realizar una excursión a las Similan fue de él, y en principio mis hijos y yo no estuvimos muy de acuerdo», recordó María José. Los cuatro miembros de la familia Olazabal, quienes durante los dos días que pasaron en Phuket han dado muestras de una serenidad ejemplar, nunca llegaron a poner los pies sobre el parque nacional de las Similan, también muy dañadas por las olas gigantes. Fuimos recogidos en alta mar por una patrullera naval tailandesa y conducidos a una base militar, y desde hay a un templo cercano», explicó Jorge. La noche seguida a la catástrofe la familia Ormazabal compartió unos decenas de metros cuadrados de suelo y sólo un baño con otras 600 personas, la mayoría malheridas echadas por todos lados del templo, y sin una gota de agua potable. Al día siguiente, los Ormazabal fueron trasladados al templo de la localidad de Thai Muang, a unos 30 kilómetros, donde pasaron la segunda noche, después de que Jorge intentara sin éxito llegar hasta el hotel Sofitel para recuperar los pasaportes y otras cosas que había guardado en la caja de seguridad del bungalow en que se alojaron.En el avión militar se subieron también la hispano-argentina, Romina Canton, de 26 años, y su marido, John Krüger, estadounidense de 34 años, ambos residentes en Marbella. Romina, la única de entre los evacuados que resultó herida y que debió pasar varios días hos-pitalizada, se alojaba también en un establecimiento hotelero de Khao Lak, cuando el mar «me tragó y poco después me devolvió a la arena». Ambos quieren volver a la zona como voluntarios.

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