Putin se resigna a que Yúshenko dé cargo a una perseguida por Rusia

Tener que resignarse a ver a Víktor Yanukóvich, el hombre por el que Vladímir Putin había apostado, convertido en un cadáver político no es la única humillación que ha sufrido Rusia. Víktor Yúshenko, el flamante presidente de Ucrania, nombró ayer, en uno de sus primeros decretos, jefa del Gobierno a la pasionaria ucraniana, a la radical e incansable Julia Timoshenko, el alma de la Revolución Naranja . Se da la circunstancia de que contra Timoshenko, conocida también con el apodo de la princesa del gas , hay una orden de búsqueda y captura emitida por la Fiscalía Militar de Rusia el pasado otoño. Yúshenko trató con su visita al Kremlin, la primera que realiza al extranjero apenas 24 horas después de ser investido presidente, suavizar las cosas. Sin embargo, la noticia del nombramiento de Timoshenko, que fue lanzada por las agencias rusas cuando Putin y Yúshenko acababan de reunirse, pese a que el decreto fue firmado en Kiev horas antes, cayó como una bomba. Una de las advertencias veladas de Moscú al nuevo presidente ucraniano, hecha inmediatamente después de su victoria en los comicios del pasado 26 de diciembre, fue que no se vería con buenos ojos que fueran puestos en cargos de responsabilidad «políticos conocidos por sus tendencias antirrusas», en alusión evidente a la pasionaria ucraniana. Yúshenko trató de tranquilizar a Putin y le garantizó que Ucrania seguirá siendo el socio estratégico de Rusia. Putin ve con recelo el extremo interés de Yúshenko por entrar en la UE.