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Crisis económica y tristeza social

La crisis desarma al centro-derecha que lideraba Durao Barroso, mientras los socialistas portugueses ya piensan en con quién gobernar tras los comicios del próximo domingo

Publicado por
León

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Salvo en el barrio viejo que bordea el Duero, en las calles de Oporto la tristeza social es patente. Los éxitos del once rojiverde en la Eurocopa del 2004 proyectaron un espejismo. Más que nunca, los portugueses escuchan fados con agrado. La melancolía reina por doquier, incluso entre los tradicionalmente activos empresarios de la Fenicia atlántica. Durante el período 2001-2004 la economía ha acusado las tasas de crecimiento más bajas de los últimos tres decenios, el desempleo oficial es del 6,5%, pero en medios sindicales se habla de más del 10%, porcentaje que el Partido Socialista (PS) considera más cierto que el ofrecido por el Gobierno de Pedro Santana Lopes. Y lo que es más doloroso para los portugueses: en términos relativos su economía ya es inferior a la de Grecia. El electorado no parece dispuesto a perdonar que el país sea el furgón de cola de los Quince, sin olvidar que la calidad de vida también es más alta en Eslovenia, Malta y Chipre, tres de los nuevos socios de la UE. A tres días de las legislati-vas, todos los sondeos dan por ganador al socialista José Sócrates, pero ningún le da la mayoría absoluta. En la trastienda del cuartel general de Santana Lopes dan por perdida la batalla, pero no la guerra, y ya negocian con el derechista Centro Democrático y Social-Partido Popular (CDS-PP) ante la remota posibilidad de que la suma de sus escaños y una hipotética toma de posición antisocialista del partido comunista les permitan gobernar aunque sea en minoría. El último sondeo otorga al PS el 44% de los votos frente al 31% del PSD. Sin embargo, PS y PSD compiten por un mismo espacio electoral, que abarca desde el centro-izquierda hasta el centro-derecha, dándose la circunstancia de que hay un alto porcentaje de votantes que dudan a la hora de optar por uno u otro. El otro factor que podría frustrar las esperanzas del PS de alcanzar la mayoría absoluta es el notable aumento de intención de voto que experimenta el Bloco de Esquerdas (BE), un partido fundado en 1999 de corte frentista que responde al formato de la llamada izquierda-caviar europea. En el BE se agrupan ecologistas, ex miembros del PC, ex trotskistas, ácratas que consideran útiles las urnas, militantes antiglobalización y una pléyade de intelectuales y artistas con apreciable capacidad de arrastre. Obtendría entre cuatro y siete escaños, según los sondeos, suficientes para condicionar el triunfo de Sócrates y, quizá, para influir en el futuro gobierno. No en vano, en el PS son mayoría los partidarios de pactos con el Bloco que con los comunistas. El PC parece haber aprendido de recientes experiencias y lanza mensajes menos doctrinales. Su presidenciable, Jerónimo de Sousa, ha sido repudiado por la facción estalinista que sobrevive en su partido y, sin embargo, las críticas de ese sector han reforzado su proyección social. De Sousa es uno de los cada vez más dirigentes del PC que luchan por enterrar el legado del desaparecido Álvaro Cunhal, el ortodoxo leninista que mantuvo fuerte al partido hasta la Revolución de los Claveles para después hundirlo a golpes de mesianismo ideológico. Suicidio del PSD Analistas de todo signo coinciden en que la derecha lusa se ha suicidado y que el harakiri se inició hace ya más de dos años, cuando Durão Barroso impuso sus recetas macroeconómicas y ajustes en el gasto social. No obstante, los avezados en los entresijos de la vida política describen a los socialdemócratas como «el partido que siempre está en movimiento», y añaden que de las cuatro grandes formaciones es la única capaz de contradecirse a sí misma y ganar crédito.