Un chií popular y conservador se convertirá en nuevo presidente iraquí
El presidente del confesional partido chií Al Dawa, Ibrahim Yafari, se perfila como próximo jefe del Gobierno iraquí, un cargo que sólo le disputa su actual titular, Iyad Alawi, al que apoya EE.?UU. pero sin suficiente respaldo en el nuevo Parlamento. Yawad al Malki, número dos de Al Dawa, confirmó ayer que la Alianza Unida Iraquí (AUI), vencedora en las elecciones, designó como candidato a Al Yafari tras una enconada negociación con los otros aspirantes. «Al Yafari ha sido designado por unanimidad, sin que haya habido votaciones internas. La designación ha sido posible una vez que su rival, Ahmed Chalabi, renunció», explicó al Malki. La designación de Al Yafari cierra, de momento, el acalorado debate que se había abierto en el seno de la AUI desde el mismo día en que se celebraron los comicios, el pasado 30 de enero. La polémica se intensificó la semana pasada, una vez que los resultados oficiales confirma-ron que la Alianza, respaldada por el gran ayatolá Alí Sistani, máxima autoridad religiosa chií de Irak, había logrado la mayoría absoluta en el futuro parlamento. Al Yafari se perfila como el futuro primer ministro de Irak, encargado de dirigir el país durante el periodo de transición en el que se redactará la Constitución. Según el calendario político, primero deberá constituirse la cámara y elegir al presidente y a dos vicepresidentes, que necesita-rán el apoyo de las dos terceras partes de la Asamblea. Ese triunvirato designará después al primer ministro, al que encargará la formación del Gobierno. Al Yafari, un veterano dirigente de 57 años que pasó cerca de 23 en el exilio perseguido por sicarios de Sadam Huseín, es visto con reticencia por Estados Unidos pese a su fama de moderado. Tras la caída del dictador, regresó a Irak y consiguió hacerse un hueco en el Consejo de Gobierno provisional que nombró Washington, donde destacó hasta lograr una de las vicepresidencia. Al contrario que muchos de sus rivales políticos, Al Yafari apostó desde el principio por la moderación y fue una de las voces que defendió la integración de los miembros del antiguo régimen. Asimismo, llegó a respaldar al clérigo radical iraquí Moqtada al Sáder durante una de sus insurrecciones armadas contra la presencia militar de EE.?UU. y criticó a la Casa Blanca por su forma de actuar. Al igual que Al Sáder, cree en la necesidad de una salida a corto plazo de las tropas estadounidenses de Bagdad. Además, aboga por una cooperación estrecha con los países vecinos porque, en su opinión, «comparten amenazas que requieren de esta política, en particular con Irán», uno de los enemigos de Washington.