Diario de León

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Una bomba para todos

El atentado de Tel Aviv es incómodo para todas las partes, incluidas las facciones armadas palestinas, por lo que no pondrá fin al acercamiento entre Sharón y Abú Mazen desde la cumbre de Egipto

Publicado por
Miguel Anxo Murado
León

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A pesar de lo que se dijo en un primer momento, era claro que Hizbollah no estaba detrás del atentado de Tel Aviv, sobre todo por el modo en el que surgió esa teoría, por medio de declaraciones anónimas de supuestos responsables palestinos a un diario israelí. Fue sin embargo con un aplomo absoluto que, poco después del atentado, el nuevo líder palestino, Mahmud Abas (Abú Mazen) hablaba de «una tercera parte» interesada en hacer fracasar sus intentos de acercamiento a Israel. Sea la milicia libanesa o Siria, lo cierto es que Abú Mazen le conviene creer que la acción ha sido organizada fuera, y sobre todo necesita hacérselo creer al mundo. De lo contrario, resultaría que él, que ha hecho su rápida ascensión a partir de sus diferencias con Arafat, no sería muy diferente a Arafat ni mucho más útil. Necesitan creerlo incluso las facciones armadas palestinas, que ayer se desmarcaban del atentado y también se apuntaban a la teoría de Hizbollah. Como Abú Mazen a los israelíes, le venden a él ese supuesto control que ejercen sobre la Intifada, un control que se ha ido relajando desde el año 2002, cuando el ejército israelí rompió sus organizaciones en una miríada de células aisladas y a menudo enloquecidas. Una de ellas, técnicamente de la Yihad Islámic», es la que ha organizado este atentado. Quizá obedeciendo órdenes del núcleo duro en Damasco, quizá ni eso. Para Sharón, que acababa de celebrar su 77 cumpleaños pocas horas antes de la explosión, el atentado que debilita los dos pilares de su política de seguridad: el Muro y el acuerdo de Sharm el Sheij. El terrorista logró atravesar el primero (Deir el-Ghusun está donde el Muro es más sólido) y demostrar la futilidad del segundo. Durante años, su discurso ha sido que las autoridades palestinas podían, si querían, impedir todos los atentados. Esta teoría continuó siendo artículo de fe incluso una vez que el ejército israelí reocupó todos los territorios autónomos palestinos y se hizo cargo del control, y por tanto también de la responsabilidad, de impedir los ataques. No lo logró, y ahora su alianza reticente con Abu Mazen de estos últimos tiempos es su última esperanza de proporcionar algo de seguridad a sus ciudadanos, de dibujarse un perfil de negociador, de ejecutar con calma el repliegue de Gaza, de mantener en el ejecutivo a los laboristas. En definitiva, tanto a Abú Mazen como a las facciones armadas como a Sharón conviene creer que la tregua de facto que existe desde hace un mes se debe a sus decisiones, cuando en realidad los atentados se habían detenido ya antes de la muerte de Arafat en noviembre. En ese sentido, más que poner fin a la tregua, el atentado de Tel Aviv pone fin a la ficción de que puede decidirse que una tregua sea absoluta. Afortunadamente, también demostrará que cuando existe voluntad de negociar no hace falta que una tregua sea absoluta.

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