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Publicado por
Enrique Vázquez
León

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Tal vez la reacción más atinada tras la aprobación por el parlamento chino de la ley antisecesión es la que sostiene que ni antes de su promulgación había garantías de que Pekín no recurriría a medios militares contra Taiwán ni ahora es seguro que esté más cerca de hacerlo. La ley es larga y compleja pero deja claro que es un deber el Estrado considerar el uso de medios no pacíficos para proteger la integridad nacional, en medio de un canto a la cooperación, los medios políticos y el progreso lento y paulatino hacia la soñada reunificación y en un par de líneas dice que no vacilará si se proclama la independencia formal de Taiwán, se produce un acontecimiento mayor equivalente o se extinguen definitivamente las posibilidades de un acuerdo. Literalmente, aunque indirectamente, se puede deducir que bastará con que el régimen taiwanés se abstenga -como se ha abstenido hasta ahora- de hacer lo irreparable: proclamar la independencia. Lo que sucede es que, desde hace cinco años está en el gobierno un partido pro-independencia que creció poco a poco, el Democrático Progresista, y se atribuyen a su jefe, el presidente Chen Shuibian, veleidades secesionistas. Este gobierno debe estar en el poder hasta dos mil ocho y la existencia de una corriente política más cercana al nacionalismo clásico (el Kuomintang, cuyo jefe, el generalísimo Chiang Kaichek, creó el régimen en la isla tras su derrota frente a los comunistas en el continente) podría calmar los ánimos si volviera al poder porque, como en Pekín, se atiene a la doctrina de una sola China, aunque cada parte crea que es la genuina totalidad y la otra, una excrecencia provisional. La novedad Hay, sin embargo, una novedad que da a lo sucedido importancia y gravedad: en Washington siguen con resignación e inquietud la imparable conversión de China en una superpotencia militar y algo parecido sucede en Japón. La reciente firma de un comunicado conjunto nipo-americano describiendo la seguridad en los estrechos (Taiwán) como un común objetivo estratégico enfureció a Pekín, que lo consideró inaceptable. Lo probable es que, más allá de la protesta oficial y popular (se prepara para el día 26 una manifestación monstruo en la isla), el gobierno taiwanés adopte un perfil bajo y deje pasar el tiempo. Al fin y al cabo, sin movimientos decisivos, la Ley puede hacer el milagro de blindar el statu quo.

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