«En público y en privado»
ALGO SUCEDE en la relación (única en el mundo por su intimidad) entre los Estados Unidos e Israel. Ayer, tras la cordial recepción al primer ministro Sharón y la concordancia formal de la rueda de prensa, el presidente Bush cumplió su promesa de «decir lo mismo en público que en privado». Fuera de contexto, el aserto parece una obviedad. Pero en política y tratándose de lo que se trataba (la rampante colonización judía de territorios palestinos ocupados) la fórmula llamó la atención. Y aún más porque era un ácido desmentido a una afirmación del viceprimer ministro israelí Simón Peres, quien dijo que la colonización como tal no sería tratada y que la cumbre versaría sobre la desconexión en Gaza. Bush dijo secamente que lo que decía en público sobre los compromisos de cada cual con la Hoja de Ruta (su oposición a que crezcan las colonias y, en particular, la de Maaleh Adumin, que es como decir Jerusalén-Este) «lo diría también en privado». Cundió una cierta alarma porque se atribuyó el nuevo tono a Condoleezza Rice, cuyo ascendiente sobre Bush no es el que tenía Colin Powell, que no tenía ninguno. Sharón y su equipo intentaron focalizar la reunión -que incluía el premio de celebrar el encuentro en el rancho tejano- en la retirada de Gaza, que tiene el estímulo y la bendición de Washington y a la que, desde luego, no se opone absolutamente nadie. Pero el ensayo de meter entre el júbilo general por lo de Gaza 3.650 viviendas más en Maaleh Adumin y cortar Jerusalén oriental de Cisjordania y con obvias finalidades definitivas no ha pasado. La señora Rice dijo de inmediato que el proyecto estaba at odds (en desacuerdo con) los criterios norteamericanos y que se oponía a las previsiones de la Hoja y, por tanto, no era aceptable. Bush remachó con una neta defensa del formato pacificador y dijo estar seguro de que Sharón «cumpliría sus obligaciones». Y ayer lo repitió. En este contexto se celebró la entrevista. Todo fue bien y si algo fue mal no se sabrá de momento. Los elogios por lo de Gaza y el respaldo de Bush son explícitos. Pero el giro está claro, no hay carta blanca y la explicación es obvia: el plan americano de difundir la democracia y convencer en Irak es imposible sin favorecer una solución justa en Palestina, incompatible con el robo de territorios.