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¿Qué dicen los libros de texto japoneses?
Los manuales escolares de Historia han sido una fuente de polémica desde hace décadas, pero el conflicto actual que enfrenta a Tokio y Pekín podría tener más que ver con el presente que con el pasado
En su libro Cómo aprenden historia los niños del mundo , el historiador francés Marc Ferro analizaba los manuales escolares de Historia de los distintos países. Al llegar a Japón, hacía notar su peculiar sistema de censura (peculiar para una democracia), en el que un organismo del ministerio de la Ciencia elige cada cuatro años siete u ocho libros de texto obligatorios para las escuelas públicas y hace modificaciones hasta acomodarlos a unos criterios preestablecidos. Este fue el sistema contra el que inició sus famosos pleitos el historiador japonés Saburo Ienaga a partir del año 1965. Su manual de Historia había sufrido alteraciones que llegaban al 35% del texto (el epígrafe «La invasión de Asia», por ejemplo, fue sustituido por «La marcha hacia Asia»). Ienaga luchó durante treinta años para que se considerase inconstitucional la existencia del organismo censor, pero logró sólo una victoria pírrica: los jueces reconocieron su derecho a la integridad de su obra, pero también que el organismo censor era constitucional (había sido creado, por cierto, por los norteamericanos durante la ocupación de Japón, precisamente para impedir la propaganda nacionalista). Este es el organismo que aprobó hace algo más de una semana el libro que ha desatado la última crisis entre Japón y sus vecinos, China y Corea. Se trata de un libro del conocido editor conservador Fushosa elaborado por historiadores de la llamada «Nueva Historia» japonesa. Esta corriente nació en los años 90 precisamente al calor de la polémica suscitada por Ienaga. Para los nuevos historiadores la realidad es la contraria a la percepción que existe fuera de Japón. La enseñanza de la historia, según ellos, está dominada por enseñantes de la izquierdista Unión de Profesores, que, al margen de los libros de texto oficiales, ofrecen una visión antinacionalista del pasado de Japón. Por supuesto que los escolares japoneses han oído hablar de la masacre de Nanking. Por eso estos «nuevos historiadores» se sienten obligados a revisar esa Historia que consideran «masoquista» e innecesariamente autolesiva por otra más orgullosa. Es una visión del pasado de Japón que encaja bien con la visión de su futuro que defiende el primer ministro Koizumi. Koizumi, efectivamente, ha roto algunos tabúes de la política japonesa: busca un asiento permanente en el consejo de Seguridad de la ONU, ha enviado tropas al exterior, ha dado su apoyo a Taiwan frente a China. Las suspicacias de China y Corea con el famoso libro de Fushosa son en realidad suspicacias hacia esta nueva actitud del ejecutivo japonés. Sobre todo, les preocupa la rivalidad de un Japón sin complejos en la lucha por los recursos energéticos del mar de China, que los tres países se disputan. Como suele suceder en los escándalos que tienen por protagonista un libro, el libro es lo de menos. De hecho, y como suele suceder también en los escándalos que tienen por protagonista a un libro, ninguno de los que protestan estos días en las calles de China o Corea lo ha leído. Lo que es más curioso todavía, ni siquiera los estudiantes japoneses tendrán la oportunidad. Cada distrito escolar puede elegir entre los ochos títulos recomendados. ¿Cuántos han elegido el texto en cuestión? Ninguno.