Once de las víctimas murieron al ser derribado un helicóptero
La insurgencia mata a 17 civiles extranjeros,?seis espías?americanos
La formación de Gobierno se aplaza por desacuerdos entre chiíes, suníes y Kurdos
Los cuerpos hallados en el estadio de fútbol resultaron ser pescadores
Tras la negra jornada del miércoles la insurgencia iraquí prosiguió ayer en su escalada de violencia, esta vez, contra civiles extranjeros que trabajan para la coalición, dejando al menos diecisiete muertos. El acto más cruento fue el derribo de un helicóptero y la muerte de sus once ocupantes, seis estadounidenses, tres tripulantes búlgaros y dos filipinos, agentes de seguridad. El helicóptero «fue derribado por fuego terrestre» -al parecer por un misil, según fuentes militares búlgaras- en una zona situada entre Bagdad y Tikrit. Todas las víctimas son civiles que trabajaban para la compañía de seguridad Blackwater -que suele prestar servicios de escoltas a personalidades occidentales o iraquíes-, mientras que el helicóptero, un MI-8 ruso, pertenecía a la compañía búlgara Heli Air. El derribo parece darse en el marco de una escalada de ataques imparables contra los civiles extranjeros, los llamados «contratistas» que algunas veces son temerarios hombres de negocios, pero las más un eufemismo para nombrar a las numerosas empresas de seguridad que operan costantemente en el Irak de la posguerra. En la noche del miércoles al jueves, un estadounidense, un canadiense y un australiano fueron acribillados a balazos en plena calle por un grupo de desconocidos cuando viajaban en coche desde la «zona verde» de Bagdad hacia el aeropuerto. Un cuarto contratista, cuya nacionalidad no ha sido todavía determinada, resultó herido en el ataque, asumido en Internet por el Ejercito Islámico en Irak. Otros dos contratistas estadounidenses perdieron la vida ayer por la mañana en una emboscada debido a la explosión de una bomba al paso de su convoy en el populoso barrio de Al Amal, en las proximidades del aeropuerto. Por otra parte, el grupo de Al Zarqaui se atribuyó el intento de asesinato del ex primer ministro Iyad Alawi. Los ataques se produjeron poco antes de que se aplazara la formación del gobierno, por desacuerdos entre los chiíes, suníes y kurdos, según el presidente, Yalal Talabani.