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Publicado por
Enrique Vázquez
León

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La fastuosa conmemoración en Moscú de la victoria final sobre la Alemania hitleriana con medio mundo en la plaza Roja se convirtió en (esperable) éxito organizativo y político para Rusia y en (inesperado) debate sobre Rusia y sus problemas. Mientras ayer en Tiflis Bush se daba un baño de multitud con el presidente Saakachvili, la UE firmaba con Moscú acuerdos básicos de cooperación sobre seguridad, inmigración, cultura, investigación empañados por una especie de pertinaz desconfianza política de fondo. En efecto, el viejo arreglo sobre «par-tenariado estratégico» entre la Otan y la Federación Rusa creó un formato teórico útil, pero muy insuficiente sobre todo porque la dinámica política del espacio ex soviético evoluciona a toda velocidad y en un sentido antiruso: países bálticos, Georgia, Ucrania y una probable presión sobre Bielorrusia con elecciones el año próximo, la llegada física de la Alianza Atlántica y de la Unión Europea a las fronteras rusas todo eso desazona al Kremlin. Frente a un desafío tan grande, muy intenso desde Washington, más mati-zado desde la UE (y comprensivo en París, donde Jacques Chirac aboga por una cooperación fuerte sin pararse en detalles, muy neogaullista en esto) la posición rusa es de desconcierto y, en todo caso, de reflejo defensivo: Putin, hijo del sistema y servidor del Estado desde los veinte años, se siente sucesor de «todos» los dirigentes rusos y, en la tradición del autoritarismo institucional, «jefe» de un gran país. El presidente, en ese contexto y con Bush todavía en el viejo patio trasero, intentó dar gran resonancia ayer a los acuerdos con una Unión Europea percibida con el único contrapeso a la vista. La UE le pide un acuerdo de fronteras con Letonia, otro sobre visados e inmigración y, tácitamente, promete ocuparse menos de la evolución político-institucional del país y hasta cerrar un ojo sobre Chechenia. ¿Qué rumbo tomará Rusia, la gran Rusia indecisa, liberal-democrática a medias, el gran paradigma cultural impelido a ser lo que es en un mundo irremediablemente democrático? De momento, Putin ha tirado de historia y el lunes el mundo vivió el esplendor militar-popular de una hora casi neosoviética, venciendo al dragón nazi pero como escribió ayer en The New York Times Victor Erefeyev, adoptando las ideas de la Rusia soviética, la Rusia de Putin entra en «un conflicto intelectual» con sus vecinos del oeste.