| Análisis | El régimen
Un modelo que no sirve
Un régimen totalitario, una renta per cápita de apenas 400 dólares, un 30% de la población por debajo del límite de la miseria, corrupción generaliza-da, desempleo galopante, ausencia de una oposición moderada e islamismo radical con antiguos talibanes inclui-dos. Estos fueron los ingredientes del drama que se desencadenó ayer al este de Uzbekistán. La revuelta islamista que acabó con al menos 50 muertos parecía que iba a convertirse en un nuevo episodio de las revoluciones (pacíficas o no) que están viviendo los estados de Asia Central y que están acabando con las dictaduras que se instalaron en la zona tras la caída de la Unión Soviética. En el caso de Uzbekistán, fue una dictadura heredada, ya que Islam Karímov mandaba en la república antes de la independencia. Ni siquiera su apoyo explícito al golpe fallido de 1991 contra Mijail Gorbachov consiguió apearle del poder. Ahora el antiguo miembro del PCUS no duda en acudir a la mezquita con tal de agarrarse al poder de un estado musulmán. Pero el régimen de Karimov, acusado por las organizaciones internacionales de serias violaciones de los derechos humanos, no cayó ayer. El Ejército se mostró expeditivo frente a una revuel-ta local que podría haberse extendido al resto del país. Los rebeldes que, al parecer, contaban con cierto apoyo de una ciudadanía cansada de la falta de libertades y la pobreza, no tuvieron tiempo para propagar su sublevación. ¿Por qué no siguió Uzbekistán el mo-delo de Kirguizistán? Para empezar porque en el país no existe una opo-sición con clara vocación política.